La Organización Mundial de la Salud afirma que el 75% de los niños entre 2 y 4 años sufren con regularidad castigos corporales o psicológicos por parte de madres, padres o cuidadores. Ideas para entender y revertir esta situación alarmante
El maltrato contra bebés, niños, niñas y adolescentes ha llegado a ser un problema que se incrementa en forma alarmante. Aún desconociendo las cifras concretas para reconocer la magnitud del problema, a diario en los servicios de Salud, Justicia y en instituciones educativas se reciben niños y niñas con signos de alarma.
En Argentina, el caso de Lucio Dupuy ha revelado, de manera inmersiva, que los malos tratos, las torturas, el abuso sexual al que se ven sometidos miles de niños y niñas, desde bebés, son prácticas cotidianas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que casi 3 de cada 4 niños de entre 2 y 4 años sufren con regularidad castigos corporales o violencia psicológica de la mano de madres, padres o cuidadores, y que una de cada 5 mujeres y uno de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales durante la infancia.
En Argentina, desde octubre de 2020 a septiembre de 2021, se registraron 9.989 casos de niños y adolescentes víctimas de violencia familiar y/o sexual. La estadística revela que el 74,2% de las víctimas fueron violentadas por alguien de su entorno cercano o ámbito de confianza, es decir que sufrieron violencia intrafamiliar, según datos del Programa las Víctimas contra las Violencias 2020- 2021 del Ministerio de Justicia y UNICEF.
Se repite la historia
El maltrato a los niños ha existido desde siempre. En la Edad Antigua el infanticidio era una práctica naturalizada. Los padres disponían de la vida así como de la muerte de sus propios hijos. No es muy distinto en muchos casos a la realidad de hoy.
En la historia, 400 años a.C., Aristóteles decía: “Un hijo o un esclavo son propiedad, y nada de lo que se hace con la propiedad es injusto”.
En el siglo IV d.C., en la Antigua Grecia, las niñas eran sacrificadas, en tanto que en Jericó los niños eran empotrados en los cimientos de las murallas, muros de los edificios y puentes, para supuestamente fortalecerlos.
El infanticidio también fue una forma de eliminar a los niños con defectos físicos; durante el nazismo se ordenaba matarlos con el fin de alcanzar la ignominia de la ” pureza de la raza”.
Otro ejemplo fue el de pequeña Mary Ellen Wilson (1874), quien fue cruelmente golpeada y encadenada por sus padres adoptivos. Fueron los vecinos quienes decidieron rescatarla y llevarla a los tribunales, pero tuvo que ser representada por la Sociedad Protectora de Animales porque no existía una instancia legal para defenderla. Es decir, no existía una ley que protegiera a los niños y niñas. Es por ella que surge en Nueva York la primera Sociedad para la Prevención de la Crueldad en los Niños, y posteriormente se crearon sociedades semejantes en varios países.
El síndrome del niño golpeado
Fue descripto por primera vez en 1868 por Ambrosie Tardieu, catedrático de medicina legal en París, luego de realizar las autopsias de 32 niños golpeados y quemados.
La violencia hacia bebés, niños, niñas y adolescentes es la primera causa de muerte e invalidez en la población infantil.
Los niños y niñas víctimas, viven inmersos en un clima de terror, tortura e inenarrable sufrimiento, que deben padecer por años. Muchos de ellos mueren a causa de la violencia, otros huyen de su casa; algunos son rescatados por los organismos del Estado para restituir sus derechos avasallados. Cuando sean adultos arrastrarán secuelas de todo tipo, físicas y psíquicas.
En los últimos años se ha producido en algunos países investigaciones encauzadas a descubrir los efectos del maltrato en el desarrollo temprano del cerebro durante la primera infancia, señalando que éste puede ser fisiológicamente alterado por prolongados y graves malos tratos a un menor de edad. (Understanding the effects of maltreatment on early brain development. National Clearinghouse on Child Abuse and Neglect. Information, Washington).
La Academia Mexicana de Pediatría ha señalado que el maltrato hacia la niñez está asociado con desviaciones en el desarrollo del cerebro, problemas cognitivos, discapacidades, problemas de aprendizaje, comportamiento agresivo, conducta criminal, abuso de sustancias, y enfermedades psiquiátricas cuyas secuelas muchas veces son irreversibles.
Los costos del sufrimiento
La OMS, utilizando una amplia gamas de metodologías e instrumentos para calcular el costo de la violencia contra los niños, confirma que la violencia es un obstáculo considerable para las economías de cada país y dice que “cubriendo los costos directos de salud, justicia penal y de asistencia social como resultado de la violencia, se desvían miles de millones de dólares de gastos sociales más constructivos”.
Estos costos son derivados de la pérdida de productividad, pérdida de inversión en educación, que frena el desarrollo económico, acrecientan la desigualdad socio-económica y lastima el desarrollo humano.
Los sistemas de salud incurren en costos para tratar a corto y largo plazo las secuelas físicas de las lesiones ocasionadas por la violencia contra los niños; también en costos para tratar problemas psicológicos y de comportamiento en adultos que tienen su origen en la violencia sufrida durante la infancia.
Los sistemas de asistencia social incurren en costos asociados al seguimiento, la prevención, la protección y la respuesta a la violencia contra los niños.
Los sistemas de justicia penal incurren en costos para castigar los actos de violencia contra los niños y para proteger a las víctimas. Y mucho mayores aun, son los costos indirectos a largo plazo relacionados con las repercusiones de la violencia hacia los niños y niñas.
Los costos indirectos más importantes son las pérdidas de productividad vinculadas a las consecuencias negativas de la violencia en el desarrollo infantil, tanto físico como psíquico.
En Australia, en 2007, indicaron que el costo del abuso hacia los niños en ese año fue de entre $10.000 y $30.000 millones de dólares australianos.
En los EE.UU., los costos de maltrato infantil de una vida completa, incluidos el cuidado de la salud, el bienestar infantil, la justicia penal, y el valor de la pérdida de productividad y las ganancias futuras es de $124 mil millones de dólares cada año.
La violencia en las escuelas también es costosa para los países. La violencia juvenil sólo en Brasil se estima que costará cerca de $19.000 millones de dólares cada año, de los cuales $943 millones de dólares se pueden vincular a la violencia en las escuelas.
De acuerdo con la Unión Europea (UE) cada euro invertido en prevención produce un retorno social de € 87.75.
Por todo esto, la prevención de la violencia es una apuesta ética y una inversión necesaria para fortalecer el tejido social y crecer como nación.
* Sonia Almada es licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.
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