Imborrables y profundas,
silentes y mortales,
así son las cicatrices que
han herido nuestro suelo.
Serpentean por los caminos,
por sembrados y plantíos
que otrora fueron el hogar,
del desplazado campesino.
Cicatrices forjadas con saña
por la violencia política,
la opresión del indefenso,
o el abandono del gobierno.
Por la perpetua corrupción
y sus nefastos carruseles,
por la conquista a sangre y fuego
en las zonas campesinas.
Heridas de muerte e impunidad,
de odios y rencores,
de pobrezas y miserias,
de la opulencia del injusto
y del hambre de los niños.
Cicatrices sanadas en falso,
heridas internas y profundas,
germinadas en el miedo,
el silencio y la impotencia.
Cicatrices perennes,
que se deslizan por la patria
agazapadas y silentes,
esperando tal vez mutar,
con la piel longeva de la historia.
Rossi Er Escritora
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Colombia