Por: Ricardo Tribin Acosta
Dice un refrán que la esperanza es lo último que se pierde. Esto es cierto, aunque es importante observar y analizar la expresión en contexto. Esto lo digo porque, una cosa es perder o no la esperanza, con e minúscula y la otra perder a alguien llamado Esperanza, con E mayúscula.
A un ciudadano de nombre Temístocles lo tenia loquito una tal Esperanza. El hombre era muy querido, de muy buena presencia, y excelente persona. Solo le faltaba algo y esto era el billete, ya que el ciudadano que, aunque era profesional, vivía apretadamente de su sueldo, y por tanto era poco lo que le sobraba.
Al pretender a Esperanza vio en ella la “niña de sus ojos “, y a esta no le fue tampoco para nada descartable la posibilidad de relacionarse con alguien bien parecido y poseedor de un titulo universitario. Todo iba bien hasta que el caballero en mención decidió un día salir con Esperanza y, como no tenía carro, pues el dinero que devengaba aun no le alcanzaba para esto, fue por su posible amada a recogerla, luego de haberse transportado en bus.
Mija, como se le ocurre meterse con un tipo así, dice su amiga más cercana. Es un “limpio “. Estando con esa duda se le apareció a la joven un “ man “de billete, y con la cantaleta de su consejera, dejo al pobre Temístocles mirando para el techo, para quedarse con el rico, de nombre Eurípides.
Triste historia más real y actual, ya que hay personas que pierden sus esperanzas por meterse con Esperanzas como esta, para las que el refrán que más les atrae es aquel de “amigo cuanto tienes, cuanto vales “, sin importarles la clase de “joyas “que a veces escogen por el solo hecho exclusivo de tener billete.