A cuatro meses de concluir su mandato, el presidente de los Estados Unidos tiene escaso poder para condicionar la agenda bélica del premier israelí, que se mantiene en su estrategia de enfrentar a Hamas en Gaza, Hezbollah en Líbano y golpear blancos nucleares y petroleros del régimen de los ayatolás
(Desde Washington, Estados Unidos) Pese a los años de amistad personal y los millones de dólares en insumos militares que autorizó como Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden ha perdido muchísima influencia en la toma de decisiones que hace Benjamín Netanyahu para desmantelar a los grupos terroristas Hamas, Hezbollah y los Hutíes, y golpear a Irán como nunca ha sucedido en la historia de Medio Oriente.
Durante semanas, Biden negoció con el premier israelí un cese del fuego en Gaza que hubiera permitido la libertad de los 108 rehenes que aún permanecen a merced de Hamas y la Jihad Islámica. Netanyahu reclamó un puñado de condiciones -permanencia del Ejército de Israel en el corredor Filadelfia y la cantidad de presos palestinos a entregar- que al final evaporó la posibilidad de una tregua en Gaza.
En ese momento, Biden todavía soñaba con su reelección, aunque Donald Trump estaba adelante en la carrera presidencial. Y poco sirvió la reunión a solas que ambos mandatarios protagonizaron en el Salón Oval. Netanyahu fue afable con su amigo personal -se conocen desde 1981-, pero no aceptó ningún condicionamiento a su plan de batalla para Gaza.
Cuando iniciaba la Asamblea General de la ONU en New York, Jake Sullivan -consejero de Seguridad Nacional de Biden- se comunicó con Ron Dermer, ministros de Asuntos Estratégicos de Israel. Sullivan reveló a Dermer que Estados Unidos junto a Francia y ciertas naciones árabes estaban definiendo un cese del fuego entre Israel y Hezbollah para encapsular el conflicto en Líbano.
Las Fuerzas de Defensa de Israel habían invadido el sur libanés para exterminar a Hezbollah y permitir que 60.000 israelíes que habían abandonado sus casas pudieran regresar sin correr peligro por los ataques constantes de la organización terrorista que financia Irán.
Dermen adelantó a Sullivan que Netanyahu compartía el sentido de la propuesta de Biden y que las negociaciones seguirían en New York mientras sesionaba la Asamblea de la ONU. En este contexto, la Casa Blanca informó sobre la propuesta de cese del fuego después de un cónclave entre Biden y Emmanuel Macron, presidente de Francia.
Tres días más tarde, sin informar con lógica antelación al Pentágono, Netanyahu ordenó neutralizar a Hassan Nasrallah, jefe de Hezbollah, que se encontraba en un edificio al sur de Beirut. A Nasrallah le cayeron 50 bombas de 1.000 kilos, y murió en el acto.
Hasta ese momento, Biden pensaba que Israel aceptaría un cese del fuego con Hezbollah para frenar la guerra in crescendo en el Líbano.
La muerte de Nasrallah implicó que Irán lanzara sobre Israel 181 misiles que no causaron muertes ni importantes daños materiales. El sistema de defensa israelí -acompañado por el Pentágono- logró conjurar la ofensiva que desplegó Teherán para replicar el asesinato de Nasrallah.
Tras el ataque iraní, Netanyahu convocó a su Gabinete de Seguridad Nacional para analizar la posible réplica militar. El premier israelí aprobó tres potenciales objetivos contra el régimen de los ayatolás:
- El sistema de producción y refinación petrolero, que es clave para la economía de Irán.
- El proyecto nuclear.
- Bases militares, personalidades religiosas e integrantes de las Fuerzas Armadas
Yoav Gallant, ministro de Defensa de Israel, le informó a Lloyd Austin, jefe del Pentágono, qué había resuelto el Gabinete de Seguridad Nacional. Y lo mismo hizo el ministro Dermen con Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de Biden. La información clasificada preocupó al Presidente de los Estados Unidos, que hizo dos movimientos públicos sucesivos.
“La respuesta es no”, dijo Biden cuando los periodistas de la Casa Blanca le preguntaron si avalaba un ataque israelí contra instalaciones nucleares de Irán.
El mandatario demócrata también rechazó la posibilidad de un bombardeo de Israel sobre el complejo petrolero iraní.
El rechazo de Biden a las dos principales iniciativas de Israel se sostiene en la hipótesis de un conflicto total en Medio Oriente y su repercusión en el orden mundial. Un ataque al sistema nuclear iraní y una ofensiva sobre sus instalaciones petroleras pueden causar una réplica inédita de Teherán, cohesionar el apoyo regional al gobierno fundamentalista y provocar una crisis económica a nivel global.
La mayoría de los países árabes que tienen objetivos comunes con Estados Unidos alertaron sobre estas eventuales consecuencias. Importantes funcionarios de Arabia Saudita, Jordania, Qatar, Bahrein y Emiratos usaron sus backchannels para intercambiar información con el Ala Oeste de la Casa Blanca.
Es más: estos influyentes representantes del mundo árabe además revelaron a la administración demócrata que Irán amenazó con una fuerte replica contra los países que permitieran utilizar a Israel su propio espacio aéreo para ejecutar su plan de batalla contra el régimen de los ayatolás.
“Cualquiera que preste su espacio a nuestros enemigos será considerado como nuestro enemigo”, dijo el canciller iraní, Abás Araqchí, repitiendo en público el mensaje que ya había transmitido -en privado- a los principales naciones árabes.
El canciller Araqchí también exhortó a Estados Unidos a que se mantuviera al margen de la contienda en Medio Oriente. El Pentágono contestó ayer a ese reclamo: desplegó en Israel su sistema antibalístico THAAD, mientras Hezbollah lanzaba 300 misiles a través de la frontera sur del Líbano.
La resistencia de Jordania, Arabia Saudita, Qatar y Emiratos complica la ofensiva aérea de Israel sobre los distintos blancos en Irán. Desde Tel Aviv a a Teherán hay cerca de 1.200 kilómetros, y para llegar a territorio iraní sin pasar por Jordania, Arabia Saudita, Qatar y Emiratos habría que dar un rodeo que implica atravesar los espacios aéreos de El Líbano, Siria e Irak.
Ese movimiento táctico significa abastecimiento de combustible en el aire, y la protección de Estados Unidos con sus sistemas de defensa desplegados precisamente en Jordania, Arabia Saudita, Qatar y Emiratos. Entonces, Israel puede llegar a Irán a través del espacio aéreo de sus enemigos, pero si hay refriega aire-tierra-, los aviones israelíes van a necesitar de los equipos de Estados Unidos instalados en sus países aliados de Medio Oriente.
Desde esta perspectiva, una guerra total en la región no es sólo una hipótesis de conflicto.
Pese a la presión de Estados Unidos y los reparos de Jordania, Arabia Saudita, Qatar y Emiratos, el premier Netanyahu cavila acerca del momento del ataque y sobre los posible blancos en Irán. Ya no sopesa sus tácticas bélicas con los planteos y sugerencias de la Casa Blanca, y hasta anoche no había descartado ningún target iraní.
“La decisión está tomada. Y todas las opciones están sobre la mesa”, aseguró a Infobae un miembro del gabinete israelí que se pasó Yom Kipur recibiendo información desde El Líbano y chateando con DC.
INFOBAE