Por José Luis Ortiz Güell
Con más de tres décadas de trayectoria, Rafael Plaza Aragonés ha demostrado
que la fotografía puede ser mucho más que arte: puede ser conciencia, puede
ser voz, puede ser refugio. Desde los frentes más duros de la guerra hasta los
pasillos silenciosos de hospitales infantiles, su cámara no ha sido solo testigo de
la historia, sino partícipe de ella.
Su firma ha aparecido en medios como National Geographic, Forbes, Le Figaro,
ABC News, CNBC, Fox News, Telemundo o La Voz de Galicia. Ha fotografiado
casas reales, conflictos internacionales, pasarelas de moda y proyectos sociales
con el mismo respeto: con la mirada de quien no juzga, sino que se entrega.
Pero si hay algo que define a Rafael Plaza no es la fama. Es la empatía.
El 1 de abril de 2025, su trayectoria dio un paso más allá de la imagen: fundó la
Asociación Natur Ribai, un proyecto que nace del corazón y que tiene como
misión unir ciencia, cultura y solidaridad para mejorar la vida de los niños que
sufren enfermedades raras. Una iniciativa que ya está empezando a crecer
como una gran familia de compromiso humano, donde la fotografía, la medicina,
la cultura , la investigación y el arte caminan de la mano por una causa tan
invisible como urgente.
Natur Ribai no es solo un nombre. Es una promesa. Una semilla que Rafael,
CEO y fundador planta con la esperanza de ver florecer sonrisas donde antes
solo había silencio. Porque detrás de cada fotografía, hay una historia. Y detrás
de cada historia, hay una oportunidad de sanar.
En un tiempo donde la inmediatez lo devora todo, su mirada pausada nos
recuerda que mirar es un acto de amor. Que detenerse en un rostro, en un
gesto, en una herida, es empezar a comprender. Y que a veces una imagen
basta para cambiar una vida. O muchas.
Rafael no solo retrata la realidad: la transforma. Ha hecho de la fotografía una
herramienta de cambio, una caricia visual, un arte comprometido con quienes
más lo necesitan.
Desde sus primeros pasos como corresponsal de guerra, Rafael Plaza no se
limitó a documentar el dolor humano: lo abrazó. En cada zona de conflicto donde
su cámara fue su única armadura, supo que su misión iba más allá de captar el
instante. Su objetivo no era solo informar, sino dar voz a quienes no podían
alzarla, iluminar a quienes la violencia había empujado a la sombra. Mientras
otros miraban desde la distancia, él cruzaba el umbral del miedo para
encontrarse cara a cara con la verdad.
Durante aquellos años, vivió de cerca la pérdida, la desesperación, la injusticia.
Pero también fue testigo de la resiliencia, de la mirada de un niño entre
escombros, del valor silencioso de las mujeres que reconstruyen la vida con las
manos. Y comprendió que la fotografía debía estar al servicio de eso: de lo
invisible, de lo pequeño, de lo esencial. Desde entonces, la empatía se convirtió
en su lenguaje universal.
Rafael no ha dejado nunca de implicarse en causas donde otros pasan de largo.
Ha trabajado junto a ONG, fundaciones médicas, escuelas rurales y
asociaciones sin recursos. Siempre como uno más. Siempre como alguien que
no viene a imponer, sino a ofrecer su mirada como un puente. Su generosidad
no se mide en palabras ni en premios —aunque tiene muchos—, sino en los
gestos silenciosos de quienes se han sentido vistos gracias a su trabajo.
Hoy, en pleno siglo XXI, en una sociedad cada vez más fragmentada, Rafael
representa la unidad posible entre arte, conciencia y acción. Natur Ribai no es su
primer acto solidario, pero sí el que concentra toda su experiencia, toda su
entrega, toda su visión de un mundo más justo. Porque para él, el éxito no está
en el reconocimiento… sino en dejar un legado que importe.
Y ahora, desde Natur Ribai, inicia una nueva aventura que promete marcar un
antes y un después. Porque cuando el arte y la solidaridad se dan la mano, el
futuro se escribe con luz.