El Alzheimer comienza con problemas leves de memoria y puede avanzar hasta un deterioro significativo del pensamiento, lenguaje y la conducta. Por eso, su abordaje es psiquiátrico y neurológico. Cómo puede prevenirse
El 21 de septiembre se celebra el Día Mundial del Alzheimer, una fecha para concientizar sobre una enfermedad que afecta a millones de personas en el mundo.
El Alzheimer (EA) es una enfermedad neurodegenerativa que se manifiesta como la forma más común de demencia. Se caracteriza por el deterioro progresivo que suele comenzar con problemas leves de memoria y problemas cognitivos. Con el tiempo puede provocar un deterioro mayor del pensamiento, la memoria y el lenguaje, también presentando cambios comportamentales.
Se estima que afecta a más de 50 millones de personas en el mundo, y se proyecta que esta cifra llegará a ser cercana a los 140 millones en 2050. La enfermedad, en base al deterioro orgánico, tiene aspectos a considerar tanto neurológicos como psiquiátricos.
Aspectos neurológicos del Alzheimer
Los cambios que se producen en el cerebro se caracterizan por la acumulación de placas amiloides y ovillos tau, que son proteínas que se depositan en el cerebro y dañan las neuronas. Las placas amiloides son depósitos de una proteína llamada beta-amiloide, y los ovillos tau son filamentos de otra proteína.
El problema es que la acumulación de esas placas amiloides y ovillos tau provoca la muerte de las neuronas, así como la consecuente alteración en las sinapsis entre las mismas, lo que lleva a un deterioro de la función cognitiva. A su vez, esa pérdida de neuronas se da en zonas específicas del cerebro, como diferentes partes de la corteza cerebral, la sustancia gris subcortical, el hipocampo y el lóbulo temporal; siendo esas áreas las preponderantes de funciones cognitivas como la memoria, el aprendizaje y el lenguaje, de allí su manifestación clínica.
Esa pérdida neuronal es evolutiva, progresiva a medida que la enfermedad avanza y se considera irreversible. Por otro lado, hay una reducción del flujo sanguíneo que puede incrementar el deterioro neuronal, a su vez que se detecta la presencia de fenómenos inflamatorios. A medida que la patología avanza puede presentar alteraciones en otras áreas o funciones como la motricidad.
Aspectos psiquiátricos
Están basados mayormente en las alteraciones neurológicas, sobre las cuales se estructuran cuadros psiquiátricos que pueden ser el aspecto más sobresaliente. Las alteraciones de comportamiento más comunes incluyen:
– Cambios de humor: la depresión, la ansiedad y la agitación son alteraciones de humor habituales.
– Cambios en la personalidad: las personas con esta patología pueden volverse más irritables, desconfiadas o dependientes.
– Cambios en el comportamiento: pueden tener problemas para controlar sus impulsos, comportarse de manera repetitiva o tener alucinaciones o delirios.
– En etapas avanzadas, las alteraciones en la sensopercepción (alucinaciones); en el pensamiento (delirios) y en el juicio se pueden manifestar como lo sobresaliente en la manifestación clínica.
Estos cambios suelen impactar de manera significativa en la vida de las personas que padecen esta enfermedad, pero así también en sus cuidadores. La capacitación es esencial para poder comprender la naturaleza de las diferentes manifestaciones. En este caso cuidar a los que cuidan es la consigna y ayudará que estos reciban apoyo y atención para manejar los síntomas de la enfermedad. En el caso de personas próximas, deben cuidarse del llamado “desgaste por empatía”.
Tratamiento y apoyo
Actualmente, no existe cura para la EA. Sin embargo, hay tratamientos que pueden ayudar a retrasar la progresión de la enfermedad y mejorar los síntomas. Los tratamientos incluyen:
– Medicamentos: existen varios aprobados por la FDA, Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (Food and Drug Administration), para el tratamiento de la EA. Actúan a diferentes niveles, en algunos casos en los síntomas o ayudan a mejorar la memoria y la función cognitiva, buscando la protección neuronal y/o interviniendo en algún neurotransmisor. El tratamiento de los factores asociados, por ejemplo, los psiquiátricos, puede ser de gran utilidad, por ejemplo, en casos en que la agitación o las alteraciones perceptivas estén presentes. Esto a su vez ayudará en la manejo y la contención de y por lo cuidadores.
– Terapia: puede ayudar a las personas con EA a adaptarse a los cambios en su vida. La terapia puede incluir terapia cognitiva, ocupacional y física. En este sentido, las terapias y talleres de rehabilitación cognitiva son de gran ayuda para trabajar en funciones remanentes y enlentecer el avance en el deterioro de las funciones cognitivas.
– El trabajo y la actividad física: están cada vez más incorporados como una parte importante del tratamiento. Los estudios han demostrado que la actividad física incrementa los niveles de una hormona, la irisina, que actuaría sobre los depósitos amiloideos. Los estudios de tipo empírico de todas formas han demostrado un claro efecto benéfico del ejercicio en la prevención y el abordaje de este tipo de patologías.
– Cuidados de apoyo: son esenciales para las personas con EA y sus familias. Estos pueden incluir ayuda con las actividades diarias, apoyo emocional y asesoramiento.
Consejos para su prevención
No existe una forma conclusiva y segura de prevenir la EA. Sin embargo, hay muchos aspectos que han demostrado reducir el riesgo y a su vez mejorar o enlentecer la evolución, como los siguientes:
– Mantener un peso en rango adecuado, ya que la obesidad es factor de riesgo.
– El ejercicio regular, ya que se han demostrado muchos beneficios para el cerebro de quienes lo practican, como promover la neurogénesis, mejorar el flujo sanguíneo y reducir la inflamación.
– Control de la ingesta y dieta basada, por ejemplo, en frutas, verduras y cereales integrales. Al mismo tiempo, limitar las grasas saturadas, el azúcar y los alimentos procesados.
– Suprimir el tabaco. En cuanto al alcohol si bien existe alguna evidencia (controversial) que el consumo muy moderado puede tener alguna función protectora a nivel vascular, es definitivo que cualquier otro consumo por encima del mínimo es perjudicial.
– Controlar la presión arterial y el colesterol, que al igual que la diabetes, son factores de riesgo. Aquí los dos factores anteriores (dieta y ejercicio) intervienen activamente, así como el control y tratamiento de patologías cardiovasculares de base.
– Mantener la mente activa. Realizar talleres, leer, aprender un nuevo idioma, practicar juegos, entre otros.
– Mantener una vida social y nexos interpersonales, eludir la soledad, la epidemia de la que hemos hablado.
– Higiene de sueño: la cantidad y calidad de sueño es fundamental. La relación entre patologías del sueño como la apnea y la EA es importante en los diferentes estudios.
En conclusión
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad compleja, grave y debilitante, que afecta tanto al cerebro como al comportamiento. Los aspectos neurológicos y psiquiátricos de la enfermedad pueden tener un impacto significativo en la vida de las personas con EA y sus cuidadores.
Si bien, en la actualidad, hay medicamentos que pueden retrasar su evolución, no hay un tratamiento específico. Sin embargo, hay una serie de prácticas que se pueden realizar para reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad y prevenir su evolución.
Al mismo tiempo, la divulgación y la concientización, que llevan al conocimiento de los síntomas, a la detección temprana y a la consulta, permiten implementar medidas en una etapa inicial, que reduzcan el riesgo de una evolución hacia estadios de mayor incapacidad. La detección temprana, en casos aún subclínicos con sintomatología escasa o límite, es como en otras patologías en particular las neuropsiquiátricas, esencial y es la estrategia que muestra las mejores expectativas en patologías consideradas tradicionalmente de pronóstico muy reservado.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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