El ritmo de vida acelerado y la -muchas veces innecesaria- necesidad de adelantarse a los hechos, lleva a las personas a vivir en una vorágine de la que no pueden salir y que pone en riesgo la salud mental. ¿Es posible frenar la rueda y vivir un día a la vez?
“Si salgo un rato antes del trabajo, antes de buscar a los chicos del colegio tal vez puedo pasar por el supermercado y después le escribo a la pediatra para ver si llego a retirar el apto físico para el club, y…y…y…”.
La metáfora del hámster en la rueda es la que mejor representa la imagen que bien podría ilustrar el modo en que la mayoría de las personas viven en la actualidad: corriendo hacia ningún lugar, con una prisa inexplicable por llegar a vaya saber qué meta.
En pocas líneas puede describirse una “instantánea” de un día cualquiera en una familia cualquiera, que podría incluir más o menos cumplir con las obligaciones laborales, los malabares en la logística familiar, no olvidarse de un turno médico, acordarse de pasar por la librería por los mapas que pidió la seño, llegar a horario al ajuste de brackets del hijo del medio, y a comprar el regalito para el cumpleaños que tiene el mayor.
Pero, ¿qué es lo que nos lleva a ser esa especie de roedor que va a ningún lugar? Para el licenciado en Psicología y sexólogo Mauricio Strugo (MN 41436) “es la manera en la que se vive actualmente, en la que la rareza es vivir cronometrado y tomándose el tiempo para todo, y donde es preferible hacer mucho, cumplir con todo sin importar muchas veces si lo que se hace tiene la profundidad de análisis que requiere”. “Vivimos girando en esa rueda del hámster porque nos angustia ir más despacio y que de pronto deje de girar y no sepamos qué hacer si nos bajamos de ella”, analizó el especialista, que le puso un nombre a esto que nos pasa: síndrome del pensamiento acelerado.
“Posiblemente este síndrome sea el más común en nuestros tiempos y ni siquiera sabemos que existe -comenzó a desarrollar en diálogo con Infobae-. Vivimos de manera tan alocada yendo, llevando, trayendo, haciendo y volviendo a empezar que la ansiedad se volvió aceptable porque es productiva, en cuanto a que aunque todas nuestras acciones terminan siendo pinceladas o punteos, pareciera que vivimos en un mundo en el que ocuparse de algo que requiera proceso es una pérdida de tiempo”.
Y tras considerar que “vivir así no es gratuito sino que por el contrario puede traer graves consecuencias, y lleva a que, por ejemplo, con 40 años, incluso menos, la gente termina avejentada y viviendo en automática, es decir sobreviviendo”, Strugo ahondó: “El síndrome del pensamiento acelerado es un tipo de ansiedad cuya característica principal es que el exceso de información, de actividad, las preocupaciones y las presiones sociales aceleran la mente con una intensidad que puede hacernos mucho mal. Lleva a que nunca podamos estar presentes, que siempre estemos un paso adelantado, que vivamos la vida salteando días, más atentos al checklist de hacer todo lo que debemos que a vivir”.
En opinión del doctor en Psicología, docente, tallerista y autor Flavio Calvo (MN 66869), “los seres humanos aprenden por modelado, por observación, lo que ven los guía para adquirir un tipo de vida. Hoy existe un ritmo de vida mucho más acelerado porque los estímulos son mucho mayores que en otro tiempo”. Y ejemplificó: “Las redes, que nos llevan a dar mensajes en 15 segundos, el Whatsapp que nos permite adelantar x2 son hechos que van modelando y condicionando nuestra manera de actuar y vivir los tiempos. Ante la enorme cantidad de estímulos, nuestra atención se acomoda a ser más corta y buscar lo que le produce placer inmediato”.
Consultado acerca de cuán responsable es el consumismo en el que la sociedad actual se ve inmersa de este estado de ansiedad constante en el que se vive, Calvo analizó que “está bien disfrutar y planificar cosas, pero cuando el consumo se convierte en la regla atenta contra la salud mental. Los grandes comercios y empresas buscan vender y se convierte en algo iatrogénico. Iatrogénico significa que pretendiendo ser sano en realidad quita salud a las personas. El consumismo nos convierte en esclavos, y esta esclavitud no permite vivir el momento presente”.
“La industria del comercio se aprovecha de nuestra forma de vivir generándonos preocupaciones y a veces engaños con las ofertas para que nos apuremos o para que ya se instale en nuestras mentes que tenemos que ocuparnos por ejemplo, de los regalos de Navidad, aunque sea mitad de año”, sumó Strugo.
Para la doctora en Psicología, especialista en clínica, docencia e Investigación en Psicoterapia orientada en Mindfulness Mariam Holmes (MP 20463), “no puede responsabilizarse a las obligaciones laborales, ni el ritmo de vida ni al consumismo de lo que ocurre”. “Es más bien el modo en que nos vinculamos con todo esto que nos rodea lo que designa de alguna manera el modo en que vamos a vivir nuestra vida -señaló-. La sociedad actual vive de algún modo como una sociedad del cansancio, del burnout, de la ansiedad, y ésta es una de las patologías más relevantes de nuestra época. Desde una lectura antropológica se ha identificado al sufrimiento causado por la falta de sentido existencial, como construcciones intra e intersubjetivos de proyectos de vida vaciados de realización de valores que implica ese vaciamiento de sentido por sobreadaptación laboral y una posición de enrolamiento enajenante en la relación la demanda del afuera”.
– ¿Por qué nos cuesta tanto estar -y vivir- en el presente?
– Strugo: El “aquí y ahora” de alguna forma es el antídoto para frenar el pensamiento acelerado, lo que sucede es que siempre estamos preocupados por lo que va a suceder luego, y esa incertidumbre es la que genera ansiedad y allí apretamos el acelerador, sin darnos cuenta que la única certeza que tenemos en la vida y de lo único de lo que los podemos ocupar en todo caso es del presente que si de verdad lo aprovechamos puede significar ir construyendo unos buenos cimientos para el futuro.
– Calvo: Hay muchos elementos que pueden ponerse en juego a la hora de no vivir el presente, uno de ellos es la falta de sentido en la vida. El no saber cuáles son mis valores y hacia dónde quiero llevar mi vida, hace que me cueste estar conmigo mismo, pensarme, por lo cual de manera inconsciente elijo vivir en el pasado o en el futuro, para no tener ese encuentro conmigo. Por otro lado, muchos tienen intolerancia a la incertidumbre, esto lo lleva a querer tener un control permanente de los eventos futuros, control que no deja de ser una ilusión.
Consecuencias en la salud mental de vivir siempre pensando en “lo que viene”
No estar en el momento presente, vivir pensando en un futuro no es gratis tanto para la salud del cuerpo como de la mente. Según Calvo, “puede generar ansiedad y depresiones. En la depresión muchas veces hay una mirada catastrófica del futuro que lleva a la persona a desalentarse. En la ansiedad hay una necesidad de tener control de todo lo que pueda llegar a suceder. Estar fuera del tiempo presente puede traer consecuencias muy negativas”.
A lo que Holmes agregó: “Una de las causas de los trastornos de ansiedad, así como las obsesiones y las hipocondrías radica en el despliegue de una actitud permanentemente aprensiva hacia el futuro, siendo incapaces de sentirnos tranquilos pensando que algo malo ocurrirá y que si no se toman las medidas necesarias acaecerá el desastre. Así magnificamos los eventos negativos que realmente puedan darse y minimizamos las probabilidades de que las cosas vayan bien o que seamos capaces de hacerle frente, en esta ecuación hay que estar proyectando hacia el futuro porque esa es la única garantía de que no ocurra lo irreparable”.
En coincidencia con sus colegas, Strugo aportó que las consecuencias principales de no poder vivir en el tiempo presente “son la ansiedad, inclusive sufrir ataques de pánico como una manera del ser de hacer un cortocircuito frente a tantas obligaciones y estrés, de allí en más puede haber personas que al vivir tan así tengan lo que se conoce como burnout, que es ni más ni menos que sentirse ‘quemados’ mentalmente por tantas demandas de las distintas esferas de su vida”. “E incluso muchas personas pueden terminar con infartos cardiacos”, señaló.
“Paren el mundo que me quiero bajar”
La mítica frase se le atribuye a Mafalda, uno de los personajes más queridos de Quino. Y experimentar esa sensación podría ser indicio de que alguien está padeciendo ansiedad. “Un ejemplo para darnos cuenta de que quizás podamos estar afectados por el síndrome del pensamiento acelerado es estar todo el tiempo desorientados en cuanto al tiempo, más precisamente pensar todo el tiempo que es el día siguiente, pensar que es más tarde de lo que es y que esto nos produzca ansiedad, aunque a diferencia de una persona desorientada en el tiempo por otras afecciones, en este caso al rato vamos a darnos cuenta del día que es y ubicarnos en tiempo y espacio”, precisó Strugo.
Sin embargo, los especialistas coincidieron en que la rueda puede dejar de girar -si queremos- y que hay herramientas que pueden ser de gran ayuda para que eso ocurra.
En la mirada de Calvo, “una solución práctica a la hora de vivir el momento presente es prestarle atención a los sentidos”. “Cuando prestamos atención a los cinco sentidos estamos parándonos en el aquí y ahora, en tiempo presente, pudiendo percibir qué vemos, sentimos, escuchamos, olemos y gustamos ahora mismo -sostuvo-. Sirve como un ancla para bajar los decibeles de la rutina cotidiana, poder parar cada día cinco minutos para poder reconocer lo que nuestros sentidos perciben es una herramienta práctica contra la ansiedad”.
Asimismo, recomendó que “cuando asome algún pensamiento sobre el futuro o el pasado, es bueno no luchar contra él ya que esto sólo los sostiene en el tiempo. Es positivo dejarlos fluir, por ejemplo, escribiéndolos, para poder tomar acción en el tiempo presente sobre ellos”.
“La solución está más a mano de lo que creemos y es vivir en el presente; quizás porque el mundo está acelerado no podemos bajarnos de la rueda del hámster e irnos a vivir a una isla pero podemos desacelerarla”, planteó Strugo, quien sobre cómo lograrlo, recomendó: “Tomándonos descansos, aprendiendo a disfrutar de no hacer nada y no pensar que sólo se puede descansar cuando nos tomamos vacaciones. La clave está en aprovechar pequeños momentos para escuchar música, dormitar un poco, salir a dar una vuelta cortando un rato el trabajo y buscar alternativas para calmarnos. La obligación no es sólo con el afuera, recordemos que también nosotros necesitamos estar bien y llenar nuestro tanque de combustible para poder cumplir con las expectativas de los otros”.
Finalmente, Holmes destacó que “en este contexto el mayor avance es detenerse”. “Detenerse como darse cuenta, como un prestar atención a lo que ocurre en el momento presente, en el aquí y ahora, como un valorizar lo que ya se tiene y como un re-descubrir la experiencia con mirada de principiante”, señaló.
Y tras recomendar que “para esto la práctica de mindfulness resulta ser un recurso valioso”, precisó que “mindfulness o atención plena significa prestar atención de manera consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación”.
“Este tipo de ‘atención’ o ‘consciencia’ nos permite aprender a relacionarnos de forma directa con aquello que está ocurriendo en nuestra vida, en ‘el aquí y el ahora’ -ahondó la especialista-. Como proceso psicológico, mindfulness supone focalizar nuestra atención en lo que estamos haciendo o sintiendo, para ser conscientes del devenir de lo que acontece en nuestra propia experiencia. O, simplemente, dedicar unos minutos diarios a percibirnos a nosotros mismos y lo que nos rodea, sin expectativa alguna; sólo para tomar consciencia de lo que nos está pasando, más allá de nuestras actividades o planes, para ver con claridad y ser ‘plenamente conscientes’”.
Holmes reconoció que “para ello, hay que pasar de la ‘reactividad de la mente’ (respuestas automáticas e inconscientes) a su ‘responsividad’ (respuestas controladas y conscientes)”, y remarcó que “esto implica cambiar o sacar la mente del piloto automático”.
¿Difícil? Nadie dijo que sería fácil. Lo cierto es que hoy abundan las herramientas y los profesionales especializados en este tipo de prácticas para adentrarse en un camino que ayude a las personas a cultivar un estado de consciencia tal en el que sea posible prestar atención a lo que sucede mientras sucede, transformándose paulatinamente en una forma de ser o de vida, que seguramente redundará en un mejor estado físico y mental integral.
infobae