La fiebre, los escalofríos y la fatiga pueden ser signos de una producción vigorosa de anticuerpos y un sistema inmune más robusto, según un nuevo estudio
Un nuevo estudio tiene un mensaje alentador para los estadounidenses que evaden las vacunas contra el COVID porque les preocupan los efectos secundarios: los escalofríos, la fatiga, el dolor de cabeza y el malestar general que pueden surgir tras la vacunación quizás sean señales de una respuesta inmunitaria robusta.
De acuerdo con el nuevo estudio, las personas que presentaron esos efectos secundarios después de la segunda dosis de la vacuna anti-COVID tenían más anticuerpos contra el coronavirus al mes y seis meses después de la aplicación en comparación con quienes no tuvieron ningún síntoma.
El aumento de la temperatura de la piel y de la frecuencia cardíaca también indicaban niveles más elevados de anticuerpos.
“Sabemos que la aceptación de la vacuna puede ser compleja y, en algunos casos, esto puede deberse a que algunas personas tienen fuertes reacciones a la ella”, señaló Aric Prather, un psicólogo clínico de la Universidad de California, campus San Francisco (UCSF, por su sigla en inglés), quien encabezó el estudio.
“Yo espero que esto en verdad ayude a disipar algunas de esas preocupaciones”, comentó Prather, quien estudia la manera en que los factores del comportamiento afectan el sistema inmunitario. “De hecho, es posible que esos síntomas, aunque puedan ser desagradables, estén trabajando a nuestro favor”.
El estudio se publicó la semana pasada. No ha sido revisado para su publicación en alguna revista científica, pero varios especialistas comentaron que estaba bien hecho y que sus resultados coincidían con los de otras investigaciones.
Según los especialistas, el aumento relativo de los niveles de anticuerpos entre quienes experimentaron efectos secundarios fue reducido y esto no significa que las personas que no tuvieron síntomas no cuenten con una respuesta inmunitaria robusta.
“La falta de efectos secundarios no debería tomarse como una señal de que la vacuna no está funcionando”, explicó Alessandro Sette, codirector del Centro para la Innovación de las Vacunas del Instituto de Inmunología de La Jolla, quien no participó en la investigación.
Un estudio anterior reveló que el 98 por ciento de las personas que no tuvieron efectos adversos seguían produciendo grandes cantidades de anticuerpos, en comparación con el 99 por ciento que tuvo síntomas localizados o agravados, señaló Sette.
Sin embargo, los nuevos resultados indican que es probable que las personas que se sienten pésimo después de recibir la vacuna estén bien protegidas del virus. “Si te sientes fatal, lo más seguro es que estés desarrollando una respuesta inmunitaria bastante buena”, afirmó Deepta Bhattacharya, un inmunólogo de la Universidad de Arizona que no participó en el nuevo estudio.
En una investigación publicada el año pasado, Bhattacharya y sus colegas estudiaron la respuesta a la vacuna de 2354 personas, un grupo en el que casi la mitad tomó un analgésico para aliviar los efectos secundarios de la misma.
Se vio en ratones que los medicamentos no esteroideos y antiinflamatorios, como la aspirina y el ibuprofeno, afectaban mucho la respuesta inmunitaria al coronavirus. Pero el equipo de Bhattacharya descubrió que, en las personas, estos medicamentos no desactivaban la respuesta inmunitaria a las vacunas contra el COVID.
No solo eso, sino que, al parecer, quienes tomaron algún analgésico tenían más anticuerpos que quienes toleraron los síntomas sin ningún medicamento. La explicación más factible de esto no es que los analgésicos aumenten los niveles de anticuerpos, añadió Bhattacharya.
“Más bien es que las personas que presentan síntomas casi siempre tienen una respuesta de anticuerpos un poco mayor que las que no y claro que es más probable que la gente con síntomas tome analgésicos”, aseveró.
Otros estudios también revelaron que las personas que reportaron efectos secundarios, entre ellos fiebre, escalofríos, dolores corporales y fatiga, tuvieron un poco más de anticuerpos que quienes no presentaron síntomas.
En el nuevo estudio, Prather y sus colegas monitorearon los niveles de anticuerpos a lo largo del tiempo. Cuando, en diciembre de 2020, se empezaron a aplicar las vacunas, los investigadores se apresuraron a reclutar a los participantes en el estudio mediante anuncios en los diarios, la televisión y las redes sociales.
En ese momento, una buena parte de la UCSF seguía cerrada, así que utilizaron un taller de pilates en el gimnasio de la universidad, sacaron los aparatos y trajeron flebotomistas para que extrajeran la sangre de los participantes. Los investigadores excluyeron a todos los que tenían evidencias de alguna infección con coronavirus antes o durante el estudio. “Sabíamos que teníamos este lapso limitado de tiempo en el que la gente iba corriendo a vacunarse”, señaló Prather. “Fue una temporada muy intensa, pero teníamos que hacer lo que teníamos que hacer”.
El equipo monitoreó los síntomas de 363 participantes que recibieron la vacuna contra el coronavirus de Pfizer-BioNTech o Moderna durante seis días después de cada dosis y a algunos participantes les dieron dispositivos biométricos para registrar la temperatura, la respiración y la frecuencia cardiaca.
Los investigadores descubrieron que quienes tuvieron siete efectos secundarios inconfundibles —como escalofrío, cansancio, malestar general y dolor de cabeza— produjeron casi el doble del nivel de anticuerpos que quienes no reportaron síntomas. Además, un cambio en la temperatura corporal de solo un grado Celsius preveía niveles de anticuerpos tres veces más elevados seis meses después de la segunda dosis.
El estudio midió el nivel de protección contra la variante de Wuhan, la versión original del coronavirus. Según Prather, sería difícil realizar esta investigación ahora porque las personas ya han tenido varias infecciones o vacunas que afectarían su respuesta inmunitaria.
Las vacunas actuales contra el COVID están diseñadas para ofrecer protección para la subvariante XBB.1.5 de ómicron, pero los resultados deberían seguir siendo aplicables a todas las versiones de la vacuna, afirman los especialistas.
Este otoño, la puesta en marcha de las vacunación contra el COVID ha sido accidentada porque han cancelado citas y ha habido confusión acerca de la cobertura de las aseguradoras. Pero, de acuerdo con el Departamento de Salud y Servicios Humanos, cerca de cuatro millones de estadounidenses recibieron la vacuna el mes pasado.
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