La ludopatía afecta la vida completa de las personas, desde su salud mental hasta las relaciones sociales, las finanzas y el trabajo. También impacta en el sueño y la alimentación. Cuáles son los signos que evidencian este trastorno comportamental y cómo afrontarlo
La palabra adicción la relacionamos habitualmente con un cierto tipo de comportamiento, al que se le pone el nombre de uso, abuso, dependencia, en general referidos en particular a sustancias de uso no médico, farmacéutico e ilegales.
Sin embargo, la adicción es lo que se desprende de la etimología de la palabra y es un fenómeno que puede llevar a la esclavitud frente a algo, alguien o inclusive a un comportamiento. Por ello, actualmente se habla no sólo en relación a sustancias de poliadicción versus la idea de adicciones a una sustancia, sino de un espectro adictivo, es decir, algo más ligado a comportamientos que luego se canalizarán o exteriorizarán, pero cuya base es la satisfacción de un proceso de búsqueda de recompensa inmediata y de placer, que tiene bases profundamente neurobiológicas, es decir del funcionamiento y la neuroquímica cerebral.
Cuando se observan estos “comportamientos en búsqueda de placer o recompensa” y de inmediata gratificación se ve un espectro que va desde el ascetismo hasta la dependencia absoluta, que busca evitar la abstinencia de esa recompensa cada vez más. Es así en el caso concreto que en alguna parte de este espectro se pierde el aspecto altamente positivo en todos los órdenes neurocognitivo, emocional, social, etc., para pasar a ser una carga y luego un serio trastorno que puede afectar toda la vida.
Prácticamente cualquier actividad humana que genere emociones, en particular los extremos placer displacer, es capaz de originar una conducta adictiva. Entre las comportamentales se observan varias, como conductas respecto al sexo, o a la compra compulsiva, y las clasificaciones y miradas desde la clínica van variando entre considerarlas un comportamiento adictivo o más cercano a lo compulsivo-obsesivo. También es visto en algunos casos como un trastorno del control de los impulsos. En el contexto de esos tres ejes, lo obsesivo compulsivo, lo adictivo y lo cercano a la alteración en el control de los impulsos encontramos la ludopatía, palabra que proviene del griego ludus (juego) y pathos, padecimiento, comportamiento anormal, enfermedad.
En función de este problema, que ha ido adquiriendo cada vez mayor relevancia, en el año 2008 la Asociación Europea de Apuestas y Juegos de Azar (European Gaming and Betting Association-EGBA) instituyó que cada 17 de febrero se celebre el Día Internacional del Juego Responsable.
La ludopatía, también es conocida como juego patológico o trastorno del juego, es una condición ligada a impulsos progresivamente mayores y cada vez con menor probabilidad de ser controlados, en particular aquellos juegos que impliquen apuestas a pesar de tener plena conciencia de los perjuicios.
La persona es bastante consciente y en algunos casos plenamente de su condición y consecuencias, sin embargo carece del control de la situación y de la percepción real de sus probabilidades de control. Existe, como en muchas de estas afectaciones un sesgo cognitivo que consiste en una falsa ilusión de control, semejante a otras adicciones en las cuales se cree, “saber del tema” o “tenerlo controlado”, o saber en qué momento podrá detenerse.
En general, afecta la vida completa de esas personas obviamente en su marco material y financiero, pero así también y en consecuencia su vida laboral personal y en particular su salud mental. Por las características específicas del creciente gasto de dinero, las búsquedas de fuente de financiación, y el consumo de tiempo, todas ellas que se observan en otros fenómenos del mismo espectro, en este caso pueden ser a veces mayores a lo esperable, en algo que a priori parece menor, y es banalizado, comparándolo, con “pero no tiene nada que ver con alguien que consume”.
Signos y síntomas
- Obsesión con el juego: pensar en métodos, estrategias, lugares relativos al juego específicamente (“juego siempre en tal máquina”) o en búsqueda de fuentes de financiación.
- Necesidad de “mayor dosis”, es decir, apostar más dinero. Esto es interesante ya que, si bien por momentos hay un discurso seudo racional, (junto tanto y se cuándo retirarme) la base neurológica (circuito mesolímbico) de recompensa, necesita al igual que en otros casos mayores estímulos para sentir la misma recompensa conductual. Es decir necesita incrementar el riesgo.
- Intentos repetidos de control sin éxito.
- Abstinencia: fenómenos de inquietud o irritabilidad al intentar reducir o dejar de jugar.
- Buscar el juego (asociado a otras adicciones como por ejemplo la comida o el alcohol) para compensar las propias emociones negativas, estrés, ansiedad, depresión o culpa, generadas por la propia situación originada por el juego.
- Búsqueda de rehabilitación o compensación. Buscan nuevas, y mayores fuentes de dinero, pensando en que lograrán un gran éxito que recuperara todo lo perdido, a lo que se asocia las pérdidas por ejemplo familiares. Estos intentos generan mayores pérdidas
- Mentir, banalizar, minimizar el problema a entorno familiares
- Relativizar el resto de las actividades con conductas de riesgo de pérdidas en su vida familiar, laboral, sociales.
Existen factores predisponentes biológicos, psicológicos, sociales y ambientales. Algunos son:
- Aprendizaje comportamental por antecedentes familiares de problemas de juego u otras adicciones. En relación a esto la exposición temprana al juego o aspectos culturales en el que el riesgo sea variable socialmente aceptada y valorada.
- Una estructura de personalidad impulsiva, competitiva o buscadora de sensaciones fuertes.
- Eventos estresantes de la vida, como trauma, pérdida o dificultades financieras y/o trastornos de salud mental, como depresión, ansiedad, trastorno bipolar o TDAH.
- Acceso fácil a lugares de juego o plataformas en línea, este es un tema central y amerita evaluar varios aspectos que van en conflicto con los intereses comerciales toda vez que el juego es un enorme negocio.
Las consecuencias pueden llegar a ser muy graves e integrarse en el contexto de otras patologías adictivas de mayor riesgo, así como enfermedades psiquiátricas. Al mismo tiempo, las alteraciones en patrones de sueño, vigilia, alimentarias, etc. suelen tener impactos graves. Las consecuencias financieras, laborales, sociales potencian los aspectos anteriores. El abordaje de esta problemática pasará por niveles en los cuales pueda intervenir la persona afectada y su círculo, y otros ya más de naturaleza profesional, que entre otras buscará reforzar las primeras.
En cuanto a esas primeras estrategias más personales y del medio, se encuentran las siguientes:
- Trabajar en principio en la toma de conciencia del problema y en particular de sus consecuencias.
- En relación a esto informarse, educarse y al mismo tiempo al medio sobre la realidad del problema, y que puede implicar para, por ejemplo, el grupo familiar.
- Buscar establecer límites, en tiempo y en monto de dinero usado o asignado.
- Asegurar el control al acceso a fuentes financieras, bienes fungibles, tarjetas de créditos, prestamistas, adelantos en el trabajo, familiares etc.
- Establecer límites en el tiempo y el dinero dedicados al juego y cumplir con ellos.
- Trabajar en detectar el estrés y/o malestar y buscar formas alternativas de descarga o canalización. Ejercicios, técnicas de relajación etc.
- Reconocer si existen fenómenos de potenciación con drogas o alcohol que se incrementen recíprocamente.
- Evitar situaciones que puedan tentar o propiciar el juego.
- Buscar ayuda. En principio hay grupos de pares, de apoyo, persona de confianza, salir del aislamiento y el ocultamiento, existen números de asistencia en diversas instituciones de juego inclusive. Finalmente buscar ayuda profesional específica.
- En el contexto de los grupos aquellos de pares de orientación, contención, padrinazgos basados en el modelo de los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos (AA) suelen ser de utilidad.
En cuanto al abordaje profesional, las técnicas son:
- Terapia cognitivo-conductual (TCC), para detectar patrones de comportamiento, factores desencadenantes, control de los impulsos, de la ansiedad, y trabajar sobre ideas distorsivas e irracionales.
- Terapia familiar o de pareja, a veces está muy indicada ya que permite no solo ayudar al grupo con esas personas sino ver si existen patrones o creencias disfuncionales compartidas, como la negación.
- Medicación. Es claro que en complicaciones y comorbilidades como pueden ser otras adicciones o en particular depresión o episodios de otro tipo es de rigor el diagnóstico. Con respecto a esto hay una subpoblación en especial que es la tercera edad en la cual se impone un profundo diagnóstico de patología orgánica .
El juego es algo tan integrado y positivo para al crecimiento y evolución humana desde la infancia, que parece carecer de un aspecto negativo, quizás allí es donde más allá de la clínica el arte puede venir en nuestro rescate.
Dos referencias, una moderna, en la serie coreana “El Juego del Calamar” (Corea del Sur. Director: Hwang Dong-hyuk. Año 2021), nos muestra de manera ficcional cómo algo puede irse transformando en mortal, y la otra es de uno de los gigantes de la literatura universal, la novela “El jugador”, de Fyodor Dostoyevsky.
Es interesante relacionar cómo en la misma semana se conmemoran días de concientización sobre dos condiciones, una la epilepsia, el 12 de febrero, y ludopatía el 17 de febrero. Fyodor Dostoyevsky, escritor y filósofo, quizás el que más nos permite tener una mirada profunda sobre el alma humana, padeció de ambas y sobre ambas escribió.
En cuanto al juego, en su novela el jugador, Dostoyevsky, se dedicaría a ilustrar sobre las penurias de su propia vida, en cuanto a la conducta compulsiva que lo afectó durante toda su existencia hasta su muerte.
Afortunadamente, hoy poseemos otros recursos y medios y de la misma forma en que la vida de ese genio fue destruida entre otras cosas por la ludopatía, en la actualidad, en la medida de usar los recursos que hay, no será ese el destino.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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