Estados Unidos y sus aliados se esfuerzan por repatriar a civiles y militantes a medida que aumentan los riesgos para la seguridad. Hace poco más de dos semanas, Washington y Londres habían advertido de un ataque en Moscú
En Al-Hol, Siria, un campamento de refugiados resguarda a 44,000 personas, entre ellas, familias de combatientes del Estado Islámico y civiles atrapados en el conflicto de Siria. Un reciente operativo de seguridad ha sacado a la luz un alarmante arsenal de armas, la presencia de docenas de militantes del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) y el rescate de una mujer yazidí cautiva durante casi una década. Este lugar se ha convertido, según expertos, en una “bomba de tiempo” para un posible resurgimiento del grupo terrorista.
Los campamentos como Al-Hol y los centros de detención en el noreste de Siria, que albergan a unos 9,000 combatientes del ISIS, presentan un desafío inmediato no solo en términos humanitarios sino también de seguridad. Dana Stroul, exfuncionaria del Pentágono, describe ese campamento de refugiados como “uno de los lugares más miserables de la tierra”, de acuerdo a The Wall Street Journal. Esta situación se ve agravada por el peligro que representa para el resurgimiento del Estado Islámico, especialmente si la administración de Estados Unidos decide retirar su apoyo a las Fuerzas Democráticas Sirias, actualmente respaldadas por sus tropas.
El general Erik Kurilla ha enfatizado la importancia de reducir la población de estos campamentos: “Esto requiere el esfuerzo continuo de la comunidad internacional para retornar a estas familias a sus países de origen”. Sin embargo, este proceso ha sido excepcionalmente lento. En los últimos tres años, solo unos 10,200 individuos han sido repatriados desde Al-Hol y Roj. Los niños, que representan más de la mitad de los residentes de los campamentos, son particularmente vulnerables, con solo un cuarto de ellos recibiendo instrucción educativa regular, señalan funcionarios del Departamento de Estado de Estados Unidos.
La realidad en el terreno es sombría. Un informe de un experto en derechos humanos de la ONU describió la atmósfera en Al-Hol como peligrosa, con violencia, asesinatos, intimidación y agresiones sexuales ocurriendo regularmente sin investigaciones adecuadas. Además, la separación de cientos de niños preadolescentes de sus madres, debido a preocupaciones de seguridad, ha generado temores entre las familias.
“La separación solo se lleva a cabo después de una determinación exhaustiva de que hay un imperativo de seguridad para ello”, aclara un funcionario del Departamento de Estado.
En el escenario internacional, el Estado Islámico sigue representando una amenaza, como lo demuestra un ataque terrorista en un suburbio de Moscú, atribuido a una rama del grupo en Afganistán, que dejó al menos 133 muertos. Esta amenaza no solo se limita al Medio Oriente sino que se extiende a nivel global, evidenciando la persistente capacidad del grupo para infligir daño.
La situación geopolítica de la región agrega capas de complejidad al dilema. La hostilidad entre los kurdos sirios y Turquía, y la política interna de Irak, podrían influir negativamente en la estabilidad y la seguridad de los campamentos y centros de detención. La falta de un plan alternativo ante una posible retirada de Estados Unidos y la renuencia de muchos países a repatriar a sus ciudadanos, suman incertidumbre al futuro de estos refugiados y combatientes detenidos.
Mientras tanto, civiles como Cassandra Bodart, una mujer belga en el campamento de Roj, expresan su deseo de regresar a casa pero se enfrentan a barreras insuperables. La cruda realidad de la vida en estos campamentos, marcada por la falta de electricidad y seguridad, ilustra la complejidad del desafío humanitario y de seguridad que representan Al-Hol y otros sitios similares.
El general Erik Kurilla, comandante supremo de las fuerzas estadounidenses en la región, realizó este mes una visita a los campamentos de Al-Hol y Roj, en donde subrayó la importancia de reducir la población en estos lugares. Destacó que este objetivo solo puede alcanzarse con el esfuerzo continuo de la comunidad internacional para repatriar a estas familias a sus países de origen. “Esto requiere el esfuerzo continuado de la comunidad internacional para devolver a estas familias a sus países de origen”, dijo a The Wall Street Journal.
Los campamentos, situados en un contexto de conflicto prolongado, han sido focos de preocupación humanitaria y de seguridad a nivel mundial. Un funcionario del Departamento de Estado resaltó que Al-Hol es un problema de larga data, existiendo desde antes de 2019, y que persistirá en el futuro previsible.
La persistencia de Al-Hol y Roj como refugios para familias desplazadas y combatientes capturados subraya la complejidad del conflicto en el que están inmersos estos campamentos. La declaración del Departamento de Estado sobre la inevitable continuidad de Al-Hol evidencia la necesidad de estrategias sostenibles para gestionar la población vulnerable, en la que se incluyen mujeres y niños, algunos de los cuales han pasado años en estas condiciones.
La comunidad internacional se encuentra en una carrera contra el tiempo para abordar la situación en estos campamentos y evitar un resurgimiento del Estado Islámico. “Hemos estado teniendo esta conversación desde 2019″, señala Devorah Margolin del Washington Institute for Near East Policy. La necesidad de acelerar las repatriaciones y desarrollar un ‘Plan B’ es más urgente que nunca, no solo por el bienestar de los residentes de los campamentos sino por la seguridad global. “Las preguntas apremiantes ahora son qué podemos hacer para que la comunidad internacional entienda que la repatriación debe producirse más rápidamente y cuál es el Plan B si Estados Unidos se va”, se preguntó.
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