Por: Ricardo Tribin Acosta
Soy un “sardino “de setenta y un años y sufro de un síndrome que bautizaría el de “perder las cosas. “. Me pasa esto cuando estoy caminando por la casa y, llevando mis lentes en la mano, los dejo en cualquier parte al oír por ejemplo que me timbran en la puerta y que me toca ir a abrirla.
Cuando ya atiendo lo de la puerta deseo regresar a lo que estaba haciendo y entonces me llega la pregunta: ¿Y ahora adonde están mis gafas? Busco y busco hasta que después de hacer un recorrido mental de los últimos sitios adonde había estado antes, finalmente las encuentro. A veces es fácil y otras más difíciles, pero, cuando me acompaño de la oración, casi siempre aparecen.
¿Será que ello me pasa porque estoy muy viejo o porque me visita el “alemán “? La respuesta es: ninguna de las anteriores. Luego de escuchar recomendaciones al respecto de personas con situaciones similares al mío he llegado a concluir que el olvidar las cosas a cierta edad, sobre todo después de los cincuenta, ocurre más que nada por no estar concentrados en el aquí y ahora y andar pescando mentalmente varias cosas a la vez.
Si logro hacer que mi vida transcurra un minuto a la vez y escojo un lugar fijo para dejar mis lentes, lo más probable es que este problema desaparezca y así evitar pensar que el “germano “me ha llegado. Gracias a Dios pues esa amenaza alemana no es lo que mejor pueda desearse.