Para Ramírez, la lectura no debe reducirse a un acto mecánico, sino que debe formar parte de un proceso de interacción que inicie desde el hogar. “La primera formación lectora se gesta en la casa, en la relación de los padres con sus hijos, y no solo a través de los libros. Hay que recordar que los niños leen a través de todo lo que les rodea: imágenes, sonidos, y sensaciones”, explicó.
La Feria del Libro, un espacio de convergencia entre lectores y la industria editorial, es para Ramírez un escenario idóneo para explorar nuevas formas de animación a la lectura. Sin embargo, subraya la necesidad de que estas estrategias no se vean permeadas por intereses comerciales que podrían distorsionar el propósito pedagógico. “La relación entre la industria editorial y la de manufactura de alimentos, como en el caso de algunas campañas comerciales, puede transmitir un mensaje erróneo. Existen caminos más válidos y saludables para la promoción de la lectura”, afirmó, refiriéndose a casos como las campañas de McDonald’s que entregan libros junto a la cajita feliz.
La tecnología, por otro lado, no debe verse como una antagonista del papel. Ramírez destacó que la inclusión de herramientas como la realidad aumentada y las narrativas transmediales puede expandir las posibilidades de aprendizaje, si se emplea de manera adecuada. “No se trata de reñir con la tecnología, sino de aprender a mediar con ella. La tecnología y la educación deben ser aliadas. Nosotros podemos ir de lo tecnológico al libro convencional o del libro al entorno digital, creando así un puente que facilite el acceso al conocimiento”, puntualizó.
El docente también hizo hincapié en que no existen fórmulas únicas para acercar a los niños a la lectura. Cada niño es un ser en constante transformación y, por ende, la promoción de la lectura debe adaptarse a su contexto, su entorno emocional y sus necesidades particulares. “La lectura finalmente parte de una comprensión de su entorno. No podemos quedarnos con las lecturas de hace 10 o 15 años; los retos actuales nos exigen innovar y repensar nuestras estrategias”, aseveró.
Para Ramírez, la lectura no es exclusiva de los más pequeños, sino una herramienta que conecta todas las etapas de la vida. “La literatura infantil conecta no solo con la niñez como etapa temporal, sino con ese niño interior que nos acompaña siempre. La literatura no se reduce a un rango etario, es transversal y universal”, añadió, reivindicando la importancia de la literatura infantil también para los adultos.
En un momento en el que la lectura compite con dispositivos electrónicos, plataformas de entretenimiento y dinámicas de consumo rápidas, el verdadero desafío radica en encontrar formas que hagan del libro una experiencia placentera. “El trabajo está en cómo nosotros, como adultos, podemos acercarnos al libro y hacer de ese encuentro algo satisfactorio, algo feliz. La lectura debe ser un espacio de disfrute, no de imposición”, concluyó con un tono reflexivo.
Las palabras de Juan Manuel Ramírez invitan a repensar la relación entre la infancia y la lectura, a considerar la lectura como una experiencia sensorial que trasciende las páginas y se expande hacia el entorno. En ese sentido, la Feria del Libro se convierte no solo en un evento académico, sino en una puerta de entrada a un diálogo necesario sobre cómo nutrir el hábito lector en las nuevas generaciones, permitiendo que los niños, y también los adultos, se reencuentren con la magia de los libros.