- José A. Morales García, Conchi Lillo
- The Conversation*
El cerebro, al igual que el resto del organismo, está formado por miles de millones de células. Cada tipo con una función determinada, pero todas ellas perfectamente sincronizadas y conectadas.
Podría compararse a uno de esos relojes antiguos con cientos de engranajes de todo tipo que trabajan al unísono para dar la hora exacta.
Nuestro cerebro se compone de dos mitades: los hemisferios cerebrales. Pero al contrario de lo que pueda parecer, no son dos estructuras aisladas e independientes: ambos están extraordinariamente conectados por un “cableado” que los comunica.
Hablamos del cuerpo calloso, formado por más de 200 millones de fibras nerviosas que llevan información de un hemisferio a otro.
Esta organización permite llevar a cabo y coordinar todas las funciones -muchas de ellas muy complejas- propias del sistema nervioso. Y para ello, los hemisferios se reparten el trabajo.
Oficinas interconectadas
Piensen en un gran edificio de oficinas de una misma empresa.
En él encontraremos distintas plantas, con distintos departamentos, con distintas divisiones, con distintas personas trabajando en cada una de las áreas.
Cada sección tiene una función, pero todas están relacionadas.
No sólo eso, sino que además se hallan estrechamente comunicadas, puesto que el correcto funcionamiento de unas depende de lo que hagan las otras.
Los hemisferios cerebrales funcionan de manera similar, repartiéndose el trabajo a realizar. Esto quiere decir que aunque ambas mitades intervengan en una función concreta, una de ellas puede estar más implicada que la otra.
Es igual que el proceso de facturación de la gran empresa: aunque el departamento de cobros lleve todo el peso de la operación, otras secciones deben hacer su parte de trabajo para completar el proceso. Por ejemplo, el departamento de envíos que hará llegar la factura a su destinatario.
Los hemisferios no son un destino
Y es aquí donde comienza el mito: “El cerebro está dividido en dos mitades, y dependiendo del lado que más usemos, tendremos unas habilidades u otras”.
Esta teoría, llamada “dominancia de hemisferio”, defiende que si eres bueno en matemáticas, lengua o lógica es porque tu hemisferio izquierdo es el dominante.
Y si eres una persona artística con dotes para la pintura o la música, entonces predomina el derecho.
Esto, además, contribuye a clasificar erróneamente a las personas en dos tipos: objetivas, racionales y analíticas o pasionales, soñadoras y creativas. Nada más lejos de la realidad.
No existe un hemisferio dominante
Probablemente, el mito tiene su origen en la reunión de la Sociedad Antropológica de París, en 1865.
El culpable podría haber sido, quizá sin quererlo, el médico francés Paul Broca tras asegurar que “hablamos con el hemisferio izquierdo”, haciendo referencia a que las regiones cerebrales con mayor implicación en la función del lenguaje se encuentran en ese lado.
Que el grueso de una función concreta recaiga en un hemisferio, como ocurre con el lenguaje y la mitad izquierda del cerebro, no implica que en una persona con mayor capacidad lingüística domine ese hemisferio.
Por ejemplo, cuando un cantante memoriza la melodía y la letra de una canción, las funciones relacionadas con verbalizar la letra se localizan en su lado izquierdo, pero usará el derecho para expresar la musicalidad de la canción. Es un trabajo de equipo.
Evidencias que refutan el mito
Nos encontramos con multitud de estudios en este campo científico, como algunos que han llegado a examinar imágenes obtenidas por resonancia magnética de cerebros de más de mil personas.
Sus resultados ponen de manifiesto que todos usamos ambos hemisferios por igual, aunque la actividad registrada en uno y otro dependerá “de lo que estemos haciendo”.
También se ha demostrado que el lado del cerebro usado para una actividad podría no ser el mismo para todas las personas: los análisis muestran que hay variabilidad entre individuos en cuanto a qué área o mitad se emplea para una acción concreta.
El mito de la dominancia de los hemisferios aún está muy presente hoy en día; en parte, porque sigue habiendo muchos aspectos desconocidos sobre el funcionamiento del cerebro humano. Cuanto más se investiga, más nos damos cuenta de su complejidad.
Así que, cuando se exponen los argumentos que tratan de explicar este funcionamiento tan complejo, estos se siguen prestando a interpretaciones simplistas como la de que las funciones están escrupulosamente segregadas en áreas y hemisferios cerebrales.
De ser cierto, una lesión en una de estas áreas tan especializadas provocaría que esa zona funcional dejara de ser útil para la persona afectada.
Sin embargo, esto no es del todo así y nuestro sistema nervioso mantiene cierta plasticidad.
De hecho, se ha descrito que en personas que pierden un sentido, como la vista, su área cerebral encargada de procesar ese sentido y que ya no recibe la información visual, se adapta para, en algunos casos, mejorar la percepción de otros, como el tacto.
Este fenómeno mejora el aprendizaje de la lectura táctil del alfabeto Braille, por ejemplo.
Vendedores de humo
De este desconocimiento (científico y social) de la totalidad del funcionamiento del cerebro se aprovechan los de siempre. Los que, utilizando el lenguaje pseudocientífico, con explicaciones y soluciones para todo, quieren sacar tajada de la incertidumbre de los más vulnerables.
Por ejemplo, haciendo creer a la gente que podemos decidir qué hemisferio usar para modular nuestras habilidades, capacidades, personalidad; o la forma en la que nos enfrentamos a las vicisitudes de la vida.
Además, al igual que ocurre con otros ámbitos como la salud humana, la neurociencia no se ha librado de la propagación de mitos y bulos por las redes sociales.
Sin embargo, a pesar de que aún hay incertidumbre sobre algunos aspectos del funcionamiento del cerebro humano, de lo que estamos seguros es de que el talento y la personalidad de una persona no están determinados por la dominancia de un hemisferio sobre el otro.
Y por cierto, también convendría puntualizar, tratando de evitar actitudes antropocéntricas, que no somos el único animal con las funciones cerebrales compartimentalizadas.
Estudiantes encasillados
Apoyar el mito de la dominancia de los hemisferios del cerebro es peligroso en muchos aspectos. Sobre todo en el campo de la educación, puesto que limita las oportunidades de aprendizaje y desarrollo de los estudiantes.
Si creemos erróneamente que hay alumnos de “cerebro derecho” -mucho más creativos- o de “cerebro izquierdo” -más analíticos-, los estamos encasillando en esas categorías.
Esto limita sus oportunidades de aprendizaje, acotando sus intereses e impidiéndoles desarrollarse en otras disciplinas, lo que reduce sus futuras trayectorias profesionales.
En resumen, ningún hemisferio es más importante que el otro y ambos funcionan como una unidad. Lo que sí es cierto es que la actividad cerebral no es simétrica y varía entre personas.
*Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.
José A. Morales García es investigador científico en enfermedades neurodegenerativas y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Conchi Lillo es profesora titular de la Facultad de Biología e investigadora de patologías visuales en la Universidad de Salamanca.
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