La artista cordobesa fue elegida por su video “Trabajo”, un ensayo visual realizado con programación en vivo, desarrollo de software original y machine learning
La artista cordobesa Karen Palacio (1994) se quedó con el Premio en Artes Visuales de la Fundación Itaú por su obra Trabajo, que recibirá un premio no adquisición de $200.000.
El galardón orienta al cruce entre el arte y la tecnología en la escena contemporánea local, a través de categorías especiales que varían año tras año. En esta 14º edición se abordó la díada Arte e inteligencia artificial, confluencia que implica una colaboración creativa entre inteligencia humana y máquina
La obra trata de un ensayo visual realizado con programación en vivo (live coding), desarrollo de software original y machine learning. Se enmarca en una serie que tensiona gráficas precolombinas icónicas con glitch y shaders, buscando problematizar nuestras posturas sobre lo digital desde nuestras tradiciones gráficas.
“El avance de la inteligencia artificial aplicada a la creación de imágenes se tornó exponencial, abriendo una serie de interrogantes éticos acerca de su uso. La categoría se sostuvo con la firme convicción de funcionar como ejercicio crítico necesario. La inteligencia artificial es una realidad ineludible, y confiamos en el arte como terreno fértil para reflexionar sobre la condición técnica de nuestro mundo”, señaló María Menegazzo Cané, curadora del Premio.
Trabajo busca visibilizar las realidades matéricas latentes en la digitalización de manera enraizada, centrándose en la línea genealógica argentina de la división campo/ciudad, civilización/barbarie, y nuestra tradición gráfica. Se programó como semilla la gráfica precolombina guarda pampa en lenguaje de alto desempeño, y se entretejió operando Hydra como software libre de live coding. Se guió semánticamente usando lenguaje natural a modelos de machine learning para pasar de este tejido de guardas a campos de cultivo (palas, división de tierras, personas), al cableado de la tierra y la infraestructura industrial (caños, edificios, planos), y de vuelta, haciendo visible un otro tejido oculto. Se trabajó la imagen con programación y modelos generativos para hablar de realidades de las cuales no hay registro, o el registro es escaso/inaccesible, y pensando al machine learning como técnica de edición semántica.
El jurado de la categoría Arte e inteligencia artificial estuvo compuesto por: Jazmín Adler – historiadora del arte, curadora e investigadora–; Cristian Reynaga –curador, docente y tecnólogo–, y Fernando Oliveira Fernandes (Brasil), tecnólogo y gestor.
De un total de 110 participantes, se seleccionaron 13 finalistas, entre los cuales se dictaminó el premio, y se otorgaron tres menciones, en igual orden de mérito, que participarán del catálogo de la presente edición. Éstas son: Charlas, video de Mateo Amaral (CABA, 1979); Procesamiento del dolor, tríptico digital de Mercedes Invernizzi (CABA, 1988) y XENOTEXTEC, impresión digital sobre lienzo, de Paulin González Villán (Corrientes, 1985).
Consideraciones del jurado sobre la obra premiada
“La obra premiada se destaca al sugerir una investigación gráfica en torno al código de programación y la iconografía precolombina, donde confluyen técnicas de machine learning y live coding. Las relaciones entre el código y las imágenes alteradas por efecto del glitch vuelven patente la dimensión material de los datos y algoritmos y, de esa manera, desmitifican la supuesta inmaterialidad de los medios implicados. Así, la obra asocia el campo de la inteligencia artificial con tradiciones gráficas locales desde una perspectiva crítica y situada que conecta iconográficamente tecnologías antiguas y contemporáneas”, señaló Jazmín Adler.
A su vez, el tecnólogo brasileño Fernando Oliveira Fernandes consideró: “Actualmente tenemos muchas discusiones sobre las acciones, o en realidad actuaciones, de la inteligencia artificial que ya se vienen dando desde hace algunos años, pero que han tomado fuerza en los últimos meses, debido al avance exponencial de la tecnología y sus posibilidades. Lo cual está muy ligado al avance tecnológico en su conjunto y en especial a la llegada de la WEB 3.0. Creo que Trabajo aborda el tema del uso de la inteligencia artificial con mucha potencia. Tiene en su esencia algo mágico y especial, no es una definición esperada o un resultado controlado y específico, sino una manera en la que podemos ver el resultado tomando forma a partir de la interacción entre persona y máquina. ¿Cómo pueden trabajar juntos? El impacto de la obra no está simplemente en el resultado, sino en el proceso que se va dando, y ese es el punto clave y cautivador de esta obra”.
Finalmente, Cristian Reynaga destacó que “la obra de Karen Araceli Palacio Pastor vincula dos momentos significativos de la historia del trabajo: el trabajo manual vinculado a los cultivos en la tierra y el trabajo manual que le da forma a los modos en que vivimos y nos comunicamos: la programación. A partir de tres grupos de imágenes que parecen camuflarse entre sí transfiriéndose estilos mutuamente, la artista crea una composición cíclica que podría ser infinita gracias al modo de producción basado en live coding. La guarda pampa, diseñada por comunidades originarias del territorio argentino reproducida en la obra con algoritmos generativos se intercala con distintos paisajes de la geografía rural y con los paisajes de la infraestructura tecnológica que resulta vital para el funcionamiento del mundo que vivimos. Con este recorrido la obra consigue destacarse no solo por la composición visual sino también por los usos estratégicos de las imágenes en pos de un señalamiento reflexivo sobre nuestros vínculos con el mundo y el trabajo”.
Trabajo, de Karen Palacio, se exhibirá en el Museo Emilio Caraffa de la ciudad de Córdoba entre el 15 de junio y el 3 de septiembre, junto a las obras de los 62 finalistas de la categoría general y 4 obras de la Colección Itaú, de artistas cordobeses. Ellos son Marcela Bosch, Martín Carrizo, Lucas Jalowski y Jair Jesús Toledo.
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