Científicos españoles identificaron que el harmol, perteneciente a la familia de las beta-carbolinas, mejora la función del músculo esquelético, reduce la fragilidad ósea y beneficia los parámetros asociados con la calidad de vida y la longevidad
El harmol, un compuesto de la familia de las betacarbolinas presente en el café, mejora la función del músculo esquelético y parámetros metabólicos asociados con la calidad de vida durante el envejecimiento.
Así se desprende de un estudio liderado por el Instituto Imdea Alimentación que ha mostrado que el harmol, podría influir sobre los parámetros metabólicos y reduciría la fragilidad ósea del cuerpo humano.
El trabajo publicado en Nature Communications, fue liderado por el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados en Alimentación, junto a investigadores del Instituto de Investigación Sanitaria de España. En él, los científicos comprobaron la extensión de la esperanza de vida en dos modelos de invertebrados. Además, el tratamiento mejoró la tolerancia a la glucosa, la sensibilidad a la insulina y la acumulación de lípidos hepáticos en un modelo de prediabetes.
Finalmente, entre los cambios a nivel neuromuscular, se pudo observar una reducción muy significativa en la fragilidad en animales viejos tratados con harmol, que como otras betacarbolinas, está presente en muchos alimentos incluyendo los granos de café, carnes, pescados o cereales, así como en las hojas de tabaco. A las dosis utilizadas en el estudio, el harmol no mostró ninguna toxicidad y muy escasos efectos sobre el sistema nervioso central, en concordancia con su escasa capacidad para cruzar la barrera hematoencefálica y, por tanto, alcanzar el cerebro.
Envejecimiento muscular y colapso energético
El envejecimiento muscular está asociado a un colapso energético que se explica por una alteración en la mitocondria, uno de los componentes celulares más relevantes, puesto que es el responsable de la producción de energía de las células.
La disfunción mitocondrial ocasiona la aparición y progresión del deterioro funcional asociado a la sarcopenia (pérdida de masa y potencia muscular que ocurre durante el envejecimiento) y al síndrome geriátrico de la fragilidad, que afecta a más del 33% de la población mayor de 80 años.
La fragilidad se caracteriza por una capacidad reducida para responder a estreses menores que afecta a las actividades de la vida diaria y disminuye la autonomía de quienes la padecen, lo que se traduce en un mayor riesgo de discapacidad, hospitalización y muerte.
Un anciano frágil, frente a uno robusto, tiene más probabilidades de acabar siendo dependiente y se fatiga con más facilidad que una persona joven, entre otras cosas, porque sus mitocondrias dejan de ser funcionales, pierden la capacidad de producir energía. La disfunción mitocondrial asociada a la edad puede modularse a través de diferentes intervenciones dirigidas a mantener las mitocondrias en buenas condiciones.
Estas estrategias se basan en la inducción de un estrés mitocondrial leve que desencadena una respuesta compensatoria coordinada entre el núcleo y las mitocondrias, lo que da como resultado una mejora en la función mitocondrial. El harmol activa en las células unas vías de señalización que, en última instancia, son capaces de mejorar las mitocondrias y parámetros metabólicos asociados con la calidad de vida durante el envejecimiento.
“Es un mecanismo muy parecido al que activan la restricción calórica o el ejercicio: hacen trabajar a la mitocondria de una manera controlada, y eso las hace más fuertes”, ha explicado el investigador Luis Filipe Costa-Machado, primer autor del artículo.
El principal responsable del proyecto, Pablo J. Fernández-Marcos, destacó además otro aspecto interesante del estudio: “Con el harmol hemos descubierto que este efecto de mejora mitocondrial lo llevan a cabo las células mediante mecanismos parecidos a los que nos hacen sentir más felices, ya que comparten las mismas proteínas diana. Esto abre un campo de investigación muy interesante sobre la asociación entre el estado psicológico y el envejecimiento”.
La doctora Gómez Cabrera, de INCLIVA, destaca la trascendencia de este tipo de investigaciones dirigidas a contribuir a un envejecimiento saludable.
“Hemos conseguido aumentar la expectativa de vida más en los últimos 100 años que en los 2.000 años previos, especialmente en nuestro país, que se sitúa junto a Japón y Suiza como el tercer país con una mayor longevidad. Sin embargo, el envejecimiento de la población es también un gran reto porque no hemos sido capaces de alargar la expectativa de vida con buena salud. Se calcula que actualmente pasamos un 20% de nuestra vida enfermos. De hecho, el principal factor de riesgo para casi todas las enfermedades crónicas es el envejecimiento”, precisó la experta.
En la investigación, dirigida por el Grupo de síndrome metabólico Biopromet del Instituto Imdea Alimentación, de Madrid, han intervenido distintos grupos de investigación internacionales. Por parte de Incliva, han participado los doctores José Viña y María del Carmen Gómez Cabrera, coordinadores, respectivamente, del Grupo de Investigación en Envejecimiento y Ejercicio Físico y del Grupo de Investigación de Ejercicio y Nutrición y Estilo de Vida Saludable.
Ambos son investigadores de Ciberfes (Centro de Investigación Biomédica en Red de Fragilidad y Envejecimiento Saludable), del Instituto de Salud Carlos III, y catedráticos de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universitat de València (UV) y miembros del grupo Freshage, Age and Exercise Research Group, de la UV, dirigido por el Dr. Viña, dedicado a la investigación en estrategias de intervención para garantizar un envejecimiento saludable.
Ha participado, además, Esther García-Domínguez, estudiante predoctoral del Grupo de Investigación de Ejercicio y Nutrición y Estilo de Vida Saludable. En este trabajo han sido fundamentales las unidades de estabulación, así como el equipamiento adquirido a través de los fondos FEDER derivados de la estrategia de la comunidad valenciana para la investigación en envejecimiento y fragilidad.
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