Nos protegen frente al miedo, la angustia y las situaciones difíciles. Si bien tienen un efecto benéfico, si persisten en el tiempo pueden producir una eclosión y, en consecuencia, la enfermedad. La opinión de expertas a Infobae
Negar la muerte de un ser querido, tratar con cariño a alguien que no queremos, contar cosas dolorosas con indiferencia o “bloquearnos” frente al estrés, son todos mecanismos psicológicos que las personas utilizan para no sufrir. Son procesos inconscientes que la mente dispara sin avisar, cuando una situación nos desborda. Entre los más importantes se encuentran: la negación, la sublimación, la formación reactiva, la identificación, el aislamiento, la proyección y la regresión.
Los mecanismos de defensa tienen una ventaja, pero también una desventaja: mientras nos defienden de lo que no podemos tolerar, si se prolongan en el tiempo pueden afectar nuestra versión de la realidad.
La doctora Alejandra Gómez, médica psicoanalista, psiquiatra, miembro de Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y Magister en Psiconeurofarmacología explicó a Infobae: “En la teoría psicoanalítica se llaman mecanismos de defensa a una variedad de procesos psíquicos e inconscientes que tienen como finalidad contrarrestar, es decir, defenderse, de estados emocionales perturbadores tales como el miedo y la angustia. Sigmund Freud los describió a partir de sus observaciones clínicas. Su hija, Ana Freud, analista de niños, hizo una exhaustiva descripción de ellos en su clínica infanto juvenil”.
Por su parte, la licenciada Ivanna Sztejnberg, psicóloga (MN 44176), expresó a Infobae que “los mecanismos de defensa son procesos psíquicos que, frente a una situación donde el individuo siente frustración, angustia o un hecho amenazante, acude a estos para protegerse de eso y nos permiten afrontar diferentes situaciones. Nos permiten mantener el equilibrio psicológico de manera inconsciente”.
Los mecanismos de defensa se activan cuando sentimos angustia o cuando las presiones nos superan. Por ejemplo, para aliviar el estrés o situaciones de tensión se adoptan actitudes que pueden negar o falsear la realidad sin que nos demos cuenta. Son medidas extremas que se toman inconscientemente. En ese sentido, Sztejnberg agregó: ”Si pasaran de la conciencia directamente, serían muy perturbadores. Entonces es como que atraviesan una especie de filtro para que puedan ser manifestados de un modo que no nos afecte tanto”.
En tanto, la licenciada Gómez señaló que son recursos utilizados por niños, adolescentes y adultos durante toda la vida: “El beneficio que brindan es defenderse de la angustia que provocan determinadas situaciones, reales o fantaseadas, en búsqueda del placer. El problema es que si persisten en el tiempo, pueden ocasionar enfermedades. Serían una ‘forma de supervivencia’ de evitar lo doloroso”.
En ese tono, la experta describió y dio ejemplos: “Algunos de ellos, como la represión de emociones inconscientes, son estructurantes y necesarios, pero se tornan patológicos cuando está en juego una situación conflictiva inconsciente. Otros como, la negación, que es negar la existencia de una situación, idea o fantasía intolerable, puede traer también conflictos. En el desplazamiento, en el caso de una fobia, la angustia ante una fantasía interna es ‘puesta afuera’ en un objeto, por ejemplo, el miedo a los gatos”.
Otro mecanismo de defensa es la sublimación. “Este es muy beneficioso ya que permite una transformación del interés por lo pulsional sexual al interés y producción cultural y socialmente reconocido. Otros son la formación reactiva, la inhibición y la intelectualización, característicos de la neurosis obsesiva”, indicó la psicoanalista.
¿Son buenos o malos?
Con frecuencia se dice que una persona está “negando” una situación dolorosa, aludiendo a que es un problema y no es bueno para superarla. Ante este planteo, la doctora Gómez respondió: “Los mecanismos de defensa benefician, en primera instancia porque ayudan a tolerar lo angustioso. No son buenos ni malos pero a la larga pueden producir una enfermedad”.
“Una persona tiene tos, un día y otro y deja pasar el tiempo y no va al médico porque niega el síntoma corporal, en algún momento esto retorna, y puede tener una enfermedad grave que no fue tomada a tiempo”, describió la doctora para dar un ejemplo.
En relación a los vínculos, comentó Gómez: “Hay ciertos indicios de que tu pareja te engaña. Lo negás, lo negás, lo negás. En un momento te plantea que se quiere separar. Lo negás y le proponés hacer un viaje. Lo volvés a negar. En algún momento al volver a casa tu pareja se fue. En este caso puede aparecer un colapso, una crisis de angustia grave, una depresión, una situación traumática porque se vienen negando indicios. Es decir, todo lo que se trata de evitar por estos mecanismos tiene una tendencia a retornar”.
La doctora Gómez señaló que Freud describió otros dos mecanismos, que todos los autores post freudianos los tomaron, y son el rechazo y la renegación: “En el primer mecanismo de defensa hay un rechazo de una realidad insoportable. El sujeto ‘rompe’ un fragmento de realidad y lo ´rellena’ con un texto propio que es la producción delirante, el delirio de la locura. Freud dice que el paciente ‘delira para no morir’”.
Entonces, ¿este mecanismo de defensa es beneficioso ? “Protege al sujeto de una realidad insoportable y de un colapso psíquico, aunque delire. Ese delirio deviene en una ‘protección’”, afirmó Gómez.
El otro mecanismo es la renegación. “Sería algo así como negar algo que el sujeto percibe, pero aún así, por ser traumático, se conduce como si no lo percibiera. Freud lo describe como un mecanismo del fetichismo y las psicosis. Siempre son modalidades de defensa contra percepciones, vivencias, fantasías o ideas inaceptables, traumáticas o angustiantes. Varían en el mecanismo y en el grado y en el tipo de patologías que producen (neurosis histérica, fobias, neurosis obsesivas, psicosis, perversiones)”.
Los mecanismos de defensa más importantes
1. Negación: se niega la existencia de un deseo. Es una coraza que sirve para ignorar o desconocer realidades demasiado intensas que afectan emocionalmente a quien las atraviesa.
2. Identificación: es una forma de enlace afectivo donde se asumen características ajenas como propias. Puede realizarse tanto con personas como con cosas. Influye en la forma de hablar de una persona, las cosas que usa, lo que come, la ropa que viste o el peinado. Por ejemplo: alguien que al sentir admiración por Elvis Presley, se viste y peina como él.
3. Proyección: se deposita en otra persona aquello que se rechaza de uno mismo o se le atribuyen al otro los deseos que no se quieren reconocer como propios. Es una reacción que aparece en discusiones, cuando se hacen acusaciones o se le reprochan a los demás cuestiones que, en verdad, nos pertenecen.
4. Regresión: se actúa de manera infantil para que alguien tome nuestras responsabilidades y obligaciones. En presencia de fuertes presiones se tienen actitudes que no coinciden con la etapa de desarrollo actual y se procede como cuando se era niño, ya que así se encuentra seguridad, tranquilidad y se evaden los compromisos. Ejemplo: un niño que, frente al nacimiento de su hermanito, vuelve a usar pañales.
5. Aislamiento: se trata de un proceder o pensamiento que rompe sus conexiones afectivas con las experiencias vividas. Esto ocurre cuando se ha vivido un episodio traumático y se cuenta con total indiferencia.
6. Represión: mediante un esfuerzo continuo y permanente se anula un deseo hasta tal punto que se actúa como si no existiera. Aparece como defensa ante los recuerdos tormentosos o cuando se quieren evitar deseos peligrosos.
7. Formación reactiva: se actúa en forma opuesta a la deseada para evitar que salgan a la luz los verdaderos deseos. Muchas veces se esconde tras una conducta ejemplar, una personalidad agresiva o inaceptable. Surge como defensa cuando una emoción se considera amenazante para uno mismo.
8. Racionalización: se buscan explicaciones racionales, coherentes y socialmente aceptadas de una actitud o sentimiento para ocultar los motivos afectivos. Sirve cuando se quiere justificar una conducta o cuando las razones verdaderas ocasionan miedo, angustia o ansiedad.
9. Sublimación: se desplaza el deseo sexual hacia un nuevo fin no sexual que en general tiene que ver con el arte, la práctica religiosa o la investigación intelectual. Se genera un cambio de dirección en las emociones que se perciben como desatinadas, hacia canales más aceptables.
10. Desplazamiento: sucede cuando una emoción o sentimiento (casi siempre el enojo) se redirecciona sobre una persona o un objeto que no se puede defender. Se activa cuando no podemos expresar nuestros sentimientos ni relacionarnos con los demás. Por ejemplo, al tener un problema en el trabajo y no enfrentar al jefe, al llegar a casa nos descargamos con la pareja.
Es posible reconocer y analizar estos mecanismos, aunque probablemente no advirtamos su presencia en el mismo momento en que se activan y manifiestan.
El detectarlos hará posible elaborar (desde un plano consciente y reflexivo) las situaciones tensionantes que implican. Así, se podrá brindar una respuesta saludable que facilite el retorno al equilibrio emocional. La psicoterapia psicoanalítica, espacios de introspección y reflexión son buenas guías para atravesar este recorrido.