El 5 de septiembre de 1993, Rincón, Asprilla y Valencia acabaron con el invicto de seis años de la Albiceleste como local por Eliminatorias. Hasta Diego Armando Maradona ovacionó a la Tricolor en Buenos Aires
—”¡Qué exhibición de fútbol!. ¡Colombia cinco, para la historia del mundo, Argentina cero!. ¡Qué partidazo, celébralo colombiano!”-… Hay partidos que trascienden en la historia de una nación y dejan una huella imborrable en la memoria de aquellos que vivieron ese hito. Eventos que, debido a circunstancias diversas, adquieren gran relevancia en ese instante y que con el pasar del tiempo se almacenan en la memoria colectiva de todo un país. En Colombia, los momentos deportivos sobresalientes solían depender de destellos fugaces protagonizados por unos pocos individuos que se destacaban con más tenacidad que con el respaldo de su propia nación.
Quizás sea esta la razón por la cual el 5 de septiembre de 1993 quedó grabado de forma indeleble en la mente y en el corazón de todos los colombianos. Fue el día en que la selección Tricolor se alzó con la victoria en el estadio Monumental frente a uno de las combinados más poderosos en la historia del fútbol: Argentina. Aquella tarde marcó un punto de inflexión para los colombianos, quienes celebraron esa victoria en las Eliminatorias rumbo al Mundial de Estados Unidos 94 como si fuera la mismísima final.
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Todo estaba listo en el icónico Estadio Monumental de la capital argentina. La selección Colombia llegó a este enfrentamiento liderando la tabla de posiciones con ocho puntos, seguida de cerca por Argentina con siete, Paraguay con cinco, y Perú en último lugar sin unidades. Las victorias contra el combinado peruano en Lima y Barranquilla, así como el triunfo en casa frente a la Albiceleste y los dos empates con el combinado guaraní, llenaron de esperanza al pueblo colombiano, que albergaba la ilusión de clasificar a su segundo mundial consecutivo.
En los banquillos, la experiencia de sus dos entrenadores, Alfio el Coco Basile y Francisco Pacho Maturana, prometían un juego con mucha estrategia en el que cualquier error se podría pagar muy caro. Por el lado de Argentina, a la que solo le valía ganar para asegurar el cupo directo al Mundial, contaba entre sus titulares con jugadores como Sergio Goycochea, Óscar Ruggeri, Diego Simeone, Fernando Redondo, Leonardo Rodríguez y Gabriel Batistuta.
Por su parte, la selección Colombia contaba con destacados jugadores en sus filas, incluyendo a Óscar Córdoba, Luis Carlos Perea, Leonel Álvarez, Freddy Rincón, Faustino Asprilla y El Tren Valencia; jugadores que se coordinaban en la cancha siguiendo los pases de su capitán, Carlos El Pibe Valderrama, encargado de generar las jugadas de ataque.
Más fe que fútbol
Ante poco más de 73 mil personas que abarrotaron las gradas del estadio Monumental y, después de una larga espera, los 22 protagonistas finalmente hicieron su entrada al terreno de juego. Un ambiente hostil dio la bienvenida a los colombianos que tuvieron que lidiar con los insultos y silbidos de los miles de asistentes que estaban presentes en el partido.
Con la señal del árbitro uruguayo Ernesto Filippi resonando en el aire, el balón cobró vida en Buenos Aires, desatando la euforia de los presentes y de aquellos que lo vieron por televisión. Durante los primeros minutos, la posesión del balón perteneció a la albiceleste, que desplegó su característico estilo de juego buscando llevar el balón a Batistuta; pero a pesar de su dominio y algunas situaciones de gol que fueron repelidas por Óscar Córdoba y su línea defensiva, luchaba por ser más dominante en el último tramo de la cancha. Mientras tanto, la selección Colombia se mantuvo firme en su campo, esperando el error del adversario.
Con el transcurrir de los minutos, La Tricolor fue mucho más intensa en ataque y buscó avances ofensivos que pusieran en riesgo la defensa rival. Tanto El Tren Valencia como El Tino Asprilla emergieron como los motores en ataque y trataron de romper el cero en el marcador.
Al minuto 40, un saque de banda se desencadenó un momento glorioso. El esférico encontró su camino hacia los talentosos pies de Carlos Valderrama, que rápidamente vislumbró la oportunidad única que se avecinaba. En ese preciso instante, el Mono observó que Freddy Rincón estaba perfectamente posicionado para desplegar su velocidad. La sincronización entre ambos jugadores parecía casi predestinada, el de Buenaventura quedó mano a mano con Goycochea, el guardián del arco rival, y en una muestra de agilidad y maestría, Rincón eludió al arquero argentino, lo dejó en el camino pese a su intento de cerrarle los espacios y solo tuvo que empujar el esférico hacia la gloria. ¡Goool de Colombia!, el primero de la noche.
Las ilusiones sobrepasaron la realidad
Tras el descanso, la selección Colombia continuó ejerciendo un dominio magistral sobre el campo, mientras una Argentina desconcertada parecía luchar consigo misma y la inquietud que bajaba desde las graderías. Apenas cinco minutos después del inicio del segundo tiempo, Freddy Rincón realizó un pase largo y preciso que surcó el terreno de juego para que Faustino Asprilla dominara la pelota, desplegó un amague tan sutil que dejó al defensor central Jorge Borelli sin chances de detenerlo. El estadio se silenció con la intensidad de la maniobra, mientras el atacante del Parma italiano remató a puerta ante la salida desesperada de Goycochea y así convertir el segundo tanto de la noche. Ahora el partido estaba 2-0.
Más desesperada que nunca, Argentina se lanzó al ataque con el ingreso de Claudio El Turco García y Alberto El Beto Acosta. Mientras tanto, los dirigidos por Maturana comenzaron a desplegar su juego individual con más libertad a la par que encontraban espacios en la mitad de la cancha. Sobre el minuto 72, Faustino Asprilla emergió por la banda izquierda, disparó a puerta y Goycochea despejó la bola hacia los pies de Leonel Álvarez, que avanzó varios metros, desbordó por la banda izquierda y envió un centro magistral que remató Freddy Rincón de primera intención. El balón rebotó en el piso y descolocó al Goyco que no pudo moverse y la pelota golpeaba las mallas ante la sorpresa del mundo entero. Ahora el marcador mostraba un 3-0.
Las 73 mil almas que estaban presentes en el Monumental quedaron estupefactos tras ver lo que estaba sucediendo; así mismo, jugadores en el campo de juego no concebían que ese mismo equipo que en algún momento llegó a ser campeón del mundo, estaba siendo humillado en su propia casa. El Coco Basile, en un intento por ocultar su malestar, encendió un cigarrillo, pero la angustia que reflejaba su mirada lo decía todo. Tres minutos después del tanto de Rincón, un Asprilla inspirado durante toda la noche le robó el balón a Borelli, corrió con dirección a portería sin ninguna oposición y ante una nueva salida desesperada de Goycochea, el Tino lanzó un “globo” con el que dejó al arquero sin opciones mientras la pelota entraba nuevamente a la portería. Una displicente defensa argentina y con un disparo preciso y certero por encima del guardameta, envió el balón adentro del arco. 4-0.
Una hecatombe en suelo argentino y una euforia en Colombia, así se podía describir lo que estaba sucediendo en el estadio de River Plate. Todavía faltaba uno más, y es así como a los 84 minutos, el Pibe Valderrama volvió a lanzar un pase para Asprilla. Al llegar a puerta y mientras Borelli y Ruggeri esperaban por su siguiente movimiento, el atacante hizo una pausa magistral, esperando por la llegada de El Tren Valencia. Asprilla filtró un pase perfecto hacia el atacante del Bayern Munich de Alemania y con algo de dificultad empujó el balón al fondo de las mallas. Era el 5-0 final.
Aquel 5 de septiembre…
Nadie podía dar crédito a lo que habían presenciado en esa mágica noche en El Monumental. El árbitro uruguayo puso fin al encuentro, y en las gradas algunos argentinos no pudieron evitar aplaudir el magnífico desempeño de la selección Colombia. Incluso el legendario Diego Armando Maradona se vio atrapado por la exhibición de fútbol del combinado Tricolor. En Colombia, la celebración sobrepasó todos los niveles de euforia y alegría hasta entonces conocidos. Las calles se llenaron de caravanas, mientras la algarabía se apoderaba de todos los rincones del país. Fue un domingo que se convirtió en inolvidable, un día en el que el fútbol trascendió los límites de lo deportivo para unir a una nación en un júbilo inmortal.
Fue así como el tiempo se detuvo por 90 minutos y el país se dejó llevar por la felicidad de haber logrado lo impensable. Significó algo mucho más que un simple partido de fútbol: por un breve, pero valioso periodo, fue un momento que curó las heridas de una nación azotada por la violencia y el narcotráfico.
Las gradas se vaciaron, las luces del Monumental se apagaron y los relatos del compromiso llegaron a su fin, pero los ecos de aquel 5 de septiembre de 1993 retumban en la memoria de una sociedad que tras muchos años se sintió por primera vez orgullosa de ser colombiana. Aquel partido se convirtió en el símbolo de resiliencia, alegría y unidad que tanto aclamaba el país en esos momentos, demostrando una vez más que el fútbol tiene esa hermosa capacidad de poder unir sin importar nada.
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