Que belleza existe en el color de tu interior cuando te vistes de sinceridad.
No tienes que fingir ni estar a medias con las personas, utilizando máscaras de alevosía.
Hay personas que se acercan a ti con alguna intención negativa, llegan vestidas de una falsa sonrisa. Su “amistad” lleva algún material tóxico que quieren soltar.
Hay personas que muestran una ternura actuada, su comportamiento histriónico embelesa los sentidos. Es una voluntad de doble intencionalidad. Mustia en su apariencia y maligna en el corazón.
Algo esencial para la vida es la sinceridad, dijo el gran danés Kierkegaard.
Lo más valioso en nuestra persona es buscar el amor a la verdad y orientarnos en un camino de congruencia.
Encontrar la sinceridad en las personas es como encontrar una flor, te ofrece paz y serenidad. Esa virtud de ser claros, de no jugar. Tener ética en la palabra, sentir confianza. Sabes que puedes quedarte a conversar sin miedos, pues no te traicionarán, sentirás abrigo y calidez, porque te acompañan desde el corazón.
Retomar esta virtud nos vuelve humanos, podemos abrazarnos sin miedos. Ya no tienes zozobra a que te despedacen, no tienes temor al darte la espalda.
Afinar la sinceridad nos aleja de la hipocresía. Los chismes, mentir, manipular, distorcionar y hablar mal de los demás causan mucho daño. Seamos francos, asertivos.
La sinceridad asume tener la capacidad de darnos cuenta de nuestros actos. No perdamos amigos por tener vicios de relación. A veces se puede tomar a la ligera un comentario que hacemos o una conducta, pero causa mucho daño.
Podemos contribuir en el respeto a la dignidad de las personas, cultivar pensamientos amables y saludables, y enamorarnos de las almas generosas en bondad, humildad y veracidad.
Viky Alfaro
Derechos Reservados de autor.
México